Ximena Lecaros y Paulina Labarca son chilenas y residen en Guayaquil. La primera llegó hace cuatro años. La segunda, dos.  Vinieron con sus familias. Aquí surgió la amistad entre ellas. Se contactaron a través de AMI (Asociación de Mujeres Internacionales),   que aglutina a mujeres de otros países que viven en la ciudad. Por afinidad de intereses  se juntaron también, con otras chilenas, en el colectivo  artístico Amaranto.

Maestra de matemáticas, con estudios de arquitectura, Ximena; profesora de arte, Paulina, las dos se dedican  a pintar, dibujar, hacer instalaciones y objetos,  un filón que almacenaban en ellas en Chile y que desarrollaron en Guayaquil, al cobijo de esta ciudad que les plantea el  desafío en encajar en ella, de vivir otra cotidianidad, y que le da nuevos colores a sus trabajos.

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Ximena asistió al taller de grabados de Walter Páez y ha mostrado colectivamente sus obras. El pasado julio, junto con Paulina y otros artistas, participó en la muestra en homenaje al centenario del poeta chileno Pablo Neruda.  Ahora, Ximena y Paulina presentan sus creaciones en una exposición que se inaugura esta noche, a las 19h00, en la planta baja de la Casa de la Cultura del Guayas  (Nueve de Octubre y Pedro Moncayo) y que han titulado Mujeres océano-mar.

Parte del nombre, anotan, lo tomaron de la novela del autor   italiano  Alessandro Baricco (Océano-mar), que ellas leyeron, pues su arte se nutre de diversas fuentes: una de ellas es la literatura; otras son las vivencias propias, su ser mujer, sus encuentros, su desarraigo.

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En la  novela de Baricco hay un pintor que tiene la tela en blanco, comenta Ximena, y ellas toman ese hecho como un símil de sus propias vidas. “Nosotros nos paramos aquí en Guayaquil como con la tela en blanco”, prosigue.  Lo dice por el volver a  comenzar  que significa una mudanza de país, que es también un cambio de rutina, de paisaje,  de  historia. 

Para ambas, crear es encontrarse, desarrollarse. En la obra de  Paulina están presentes las caracolas. En la de  Ximena predominan los cartuchos,  que ella asocia con lo femenino y acogedor. Las creaciones de estas chilenas albergan  espacio para lo lúdico. Por eso dos de sus obras, hechas con cajas de embalaje (en las cuales trajeron al país algunas de sus pertenencias),  son un juego de tres en raya.  Para uno de los jugadores hay estatuillas que se asemejan a la Venus de Valdivia,  icono  de esta tierra, de lo ancestral, que se junta con sus historias. 

En la muestra está el agua como símbolo de fluir, de viaje. Y está, además,  la mujer, con la sensualidad de su  cuerpo. Se exhibirá, además,  un trabajo realizado por 30  de las mujeres de AMI. Son 52 moldes de siluetas femeninas, en los cuales cada una puso su sello personal. (CM).