Las cremas utilizadas por las mujeres en la antigua Roma eran similares a las que se compran hoy en las perfumerías, según se desprende de un tarro de ungüento del siglo II d.C., descubierto en Londres.

El recipiente fue hallado durante excavaciones hechas en un yacimiento arqueológico en el que se encontraba un templo romano de mediados del siglo II de nuestra era.

Científicos ingleses  de la Universidad de Bristol estiman, en un estudio publicado en la revista científica británica Nature, que en la antigua Roma “las mujeres a la moda querían tener la tez blanca” y que ese ungüento, denominado Londinium, servía seguramente de base de maquillaje.

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Richard Evershed y su equipo analizaron la crema en cuestión: de color blanco, era elaborada a base de grasa animal (bovina u ovina), almidón y óxido de estaño y tenía una consistencia un poco granulosa.

Los científicos sintetizaron una composición utilizando los mismos elementos y descubrieron, al aplicársela en la piel, que la crema obtenida dejaba un residuo de textura de polvo suave. Esta propiedad  es el resultado de la acción del almidón, producto que sigue siendo empleado  en los cosméticos actuales.

Las mujeres romanas se maquillaban para lograr un aspecto de palidez en el cutis. En general, para lograr esa apariencia utilizaban acetato de plomo. Un  compuesto de estaño, metal que se producía en gran cantidad en la región  británica de Cornualles, es un buen producto de sustitución para dicho acetato  de plomo, estiman los autores de la investigación.

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El estaño no posee ninguna virtud médica y su única función debía ser, por  lo tanto, la de servir de pigmento, dicen los científicos.

El recipiente en que se encontraba el ungüento estaba entero, tenía la tapa  y el contenido en su interior. Hasta el presente, es el único envase de esa  época que haya sido hallado intacto.