El director argentino llevó su cinta titulada ‘Roma’ al festival español. Con ella cierra una trilogía que comenzó con el filme ‘Martín (Hache)’ y siguió con ‘Lugares comunes’. Es una película que rememora el pasado.
 
“Esto va para Roma, para mi Romita”, es un diálogo de Joaquín padre, uno de los personajes de la última producción argentina del director Adolfo Aristarain. Esta película, titulada Roma, es la última parte de la trilogía que se inició con Martín (Hache) y que luego continuó con Lugares comunes (2002).

El cineasta cierra con su obra más íntima y aunque parcialmente lo niegue, se nota que es un homenaje a su madre, a la Argentina de antaño y a su pasión por la literatura.

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En la presentación de San Sebastián no solo que se ganó por más de tres veces consecutivas los aplausos del público, sino que, además, es la más seria aspirante a llevarse la Concha de Oro. Aristarain estuvo presente en el festival, con todo su equipo, entre los cuales se encuentra el protagonista de Martín Hache, Juan Diego Boto.

Roma es la madre de Joaquín, un escritor que se encuentra en la última etapa de su vida y rememora varias épocas: los años 50, 60, 70. La nostalgia de la niñez, el aire rebelde porteño de los sesenta y las angustiosas dictaduras, están mediados por Roma, quien a pesar de que no es el personaje principal del filme, parece ser el equilibrio en el transcurso del tiempo.

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La película, como las anteriores producciones del cineasta “es un cine para ser leído”. Tanto es así que Aristarain confesó en la rueda de prensa: “Trabajamos por más de seis meses en la perfección de los diálogos, junto a mi esposa y coguionista Katty Savedra. Nos encerramos quince días en un hotel de Madrid, para terminarlos”.

La actriz Susú Pecolaro tuvo la responsabilidad de representar a Roma. Algunos asistentes en la sala del Kursaal extrañaron a Cecilia Roth, actriz que ha protagonizado otros filmes del autor, como Un lugar en el mundo (1992). Sin embargo, se nota el gran trabajo de Pecolaro y en general las actuaciones son uno de los fuertes de la producción.

Al igual que otros clásicos del cine como Cinema Paradiso, la producción busca indagar en los sentimientos de antaño que complejos y ambiguos vuelven a la mente de Joaquín. Si bien algunos personajes son estereotipos de la
sensatez y la bondad, es porque así los recuerda el protagonista.

Esta obra quizá es uno de los mayores legados que Adolfo Aristarain hereda al cine latinoamericano.