Un mar de lágrimas llenó una vez más Ground Zero  y el hueco dejado por las Torres Gemelas en el recordatorio de los más de 2.700  muertos en los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York marcado por  una ceremonia protagonizada en esta ocasión por padres y abuelos de las  víctimas.
 
En un día ligeramente nublado, las familias empezaron a llegar a la  esplanada en que se alzaban los rascacielos bastante antes del primer minuto de  silencio, a las 08h46, coincidiendo con la hora en que el primer avión impactó  en la Torre Norte y que significó el inicio de la ceremonia.
 
"Tío Dan, te has ido pero no te hemos olvidado", "Un compañero de clase  recordado" escribían espontáneamente a un lado del listado de nombres, sobre un  fondo de bandera norteamericana, que colgaba cerca de los accesos a la Zona  Cero.
 
En un andamio la gente había colgado banderas de países de las víctimas  entre las que predominaban las enseñas latinoamericanas: Guatemala, Honduras,  Ecuador, Nicaragua, Colombia. 
 
"Cuando estaba buscando a mis dos amigos entre las ruinas" de las Torres  Gemelas "me hice la promesa de que, si no los encontrábamos, me encargaría de  que nunca los olvidásemos", explicó Fabrizio Bivona, un medico de los bomberos  de Nueva Jersey.
 
Bivona llevaba en sus manos un ejemplar del libro que escribió en honor de  sus dos compañeros y amigos, John Skala y el teniente Robert Cirri, "Idos pero  no olvidados. Tributo a las voces no escuchadas", y que el mismo editó.
 
Tres años después, Bivona no dudaba de lo apropiado se seguir conmemorando  los atentados y explicaba que el recordatorio les hace bien a las familias de  las víctimas.
 
"He visto como las familias responden y ésto les da paz y consuelo", dijo.
 
Del mismo parecer era Catherine Diamond, prima de Denis J. McHugh III,  muerto en los atentados y que abogaba "por seguir haciéndolo cada año", aún  cuando la reconstrucción del lugar acabe haciendo desaparecer la esplanada  polvorienta y el puente que lleva a dos pequeños estanques, una por torre,  donde los familiares bajaban a depositar flores y notas por sus seres  queridos.
 
Tras el primer minuto de silencio, empezó la letanía de nombres, 2.749,  concretamente, de las víctimas.
 
Abuelos y padres subían al estrado a recitar don tantos acentos como los  que se escuchan en Nueva York, los nombres y apellidos de víctimas que evocaban  cinco continentes.
 
Hasta el punto de que cuando se escuchó el primer acento de Brooklyn,  alguien en el público lo puso discretamente de relieve: "eso suena como una voz  de Nueva York".
 
Si el año pasado los niños recitaron con más aplomo los nombres de sus  padres, tíos y hermanos, en esta ocasión, los progenitores y abuelos de las  víctimas rompían en sollozos con frecuencia al llegar al nombre de sus hijos y  nietos.
 
"Carlos Rey Lillo, mi hijo querido, mi corazón está roto en pedazos desde  que te fuiste", dijo la madre de este médico muerto en los atentados con la voz  entrecortada.
 
La música de un grupo de cámara que acompañaba a la lectura acentuaba el  dramatismo de una ceremonia interrumpida por otros tres minutos de silencio,  coincidiendo con coincidiendo con la colisión del segundo avión contra la Torre  Sur (09h03, 13h03 GMT) y su derrumbamiento (09h59, 13h59 GMT), así como el de  la Torre Norte (10h29, 14h29 GMT).