Hoy en día, en todos los países, estamos acostumbrados a escuchar con gran respeto y reverencia a los llamados “científicos políticos”, como si la política, al igual que las matemáticas o la física, se rigiera por una serie de reglas lógicas y racionales. Si fuese así, no veríamos tanta violencia en América Latina, tanta miseria en África, conflictos religiosos extendidos por el mundo entero, iraquíes y americanos muriendo en nombre de una causa perdida y de una guerra arbitraria.
Si la política fuese una ciencia, aunque inexacta, bastaría con aplicar algunas ecuaciones para empujar hacia adelante al ser humano y a la civilización.