Mireya Leví, Beatriz Gil y Mariel Córdoba cantaron, el pasado jueves, en el Teatro Centro de Arte, en un espectáculo organizado por el Rotary Club Guayaquil Occidente y E. Producciones. El propósito del show fue recaudar fondos para la implementación del Centro de Capacitación y Oficio Inmaculada Concepción de María, ubicado en Durán.

MIREYA LEVÍ
Toda de negro y con el amor convertido en canto,  así subió  Mireya Leví al tablado de la sala principal del Teatro Centro de Arte, la noche del pasado jueves.  Las poses de Leví en el escenario a veces la hicieron lucir como  una niña coqueta y   otras como una mujer apasionada,  enamorada de la vida. 

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Me pasé de la cuenta, del guayaquileño Enrique Izquieta,  fue el tema con el que abrió su actuación. De allí en adelante, su voz grave llevó a la audiencia por temas no muy conocidos de autores latinoamericanos y nacionales. 
Pero también por algunos boleros,  valses peruanos  y pasillos ecuatorianos que el público  reconoció como suyos.

Entre otros títulos de canciones que interpretó  constaron  El porcentaje, Tu voz, Pero regresa,  Propiedad privada,  Romance criollo de la niña guayaquileña. Pero las piezas que más aplausos del público recibieron fueron Bésame otra vez,  una canción inédita de Ana María Naranjo, a quien la cantante conoció el año pasado en el Festival de Manizales,  y una de las clásicas de Armando Manzanero: 
Por debajo de la mesa. A todas las melodías,  sin embargo, Leví las calificó como sus preferidas.  

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La artista  confesó  que se sentía muy dichosa de cantarle a una audiencia tan romántica,  porque así también se calificó ella.  En muchas ocasiones la gente la acompañó con sus coros,  y en otras,  ella quiso ser mimada, pidió aplausos y que le dijeran que   querían escucharla  más,  y fue complacida.

Hasta alrededor de las 21h15 Leví estuvo en el escenario. 
A pesar de su  pequeño registro grave,  la entrega de Leví y de sus músicos,  que demostraron ensamble y un alto nivel de interpretación, produjeron calurosos aplausos;  y a la petición de otra,  la artista regresó al tablado para entregar un bolero más a los presentes. 

BEATRIZ GIL
Beatriz Gil no es la misma en el escenario.  Ahora esta soprano guayaquileña  no solo deslumbra por esa voz que posee y  le permite moverse con  igual soltura en el registro grave como en el agudo,  sino porque baila,  porque hace cómplices a sus músicos,  porque su naturalidad le da un toque particular a su arte.

Gil ingresó aproximadamente a las  21h25 con un grupo grande de músicos, que incluyó a un pianista,  un guitarrista,  un baterista,  tres percusionistas brasileños y tres coristas,  quienes hicieron de su actuación un espectáculo musical,  literalmente.

El carácter festivo de Brasil se hizo presente,  ya que la cantante interpretó piezas de este país,  que acompañó con pasos básicos de samba. También ofreció un popurrí de los años setenta, boleros tradicionales latinoamericanos y hasta piezas de músicos contemporáneos como Alejandro Sanz. Quizás la mayor descarga de pasión musical  que el público percibió y agradeció con su aplauso fue en el tango Nostalgia, tres temas de Julio Jaramillo y la melodía que le compuso a esta ciudad,   Guayaquileños de corazón.

El final de su actuación  fue emotivo  y se produjo    aproximadamente a las 22h20,  una hora después de que inició.  Interpretó  Color esperanza del músico argentino Diego Torres.  En el segundo estribillo de la pieza,  que es más bien lenta,  la alegría de la percusión de sus tres músicos brasileños le dieron un nuevo carácter a este tema;  la audiencia no se contuvo y llevó el ritmo con las palmas.

La cantante y su grupo de música brasileña vuelven esta noche  a ofrecer un recital.  Esta vez es  en homenaje a la independencia de Brasil.  El show será a las 20h30, en  el  restaurante La  Posada de las Garzas,  ubicado en Circunvalación Norte 536 y Calle Primera (Urdesa Norte).  Las entradas,  que cuestan  20 dólares,  se pueden reservar a los teléfonos 285-1988, 238-3256 y  (09) 951-4851.

MARIEL CÓRDOBA
Un gesto de Mariel Córdoba marcó el vínculo con el poco público que quedaba en la sala, alrededor de las 22h40.
Quienes se fueron no pudieron disfrutar de las diversas sensaciones que se producen al escuchar tangos, boleros y baladas en la voz vibrante y desgarradora de la intérprete.

Esta argentina con corazón de guayaquileña –como ella confesó– hizo suyo al escenario. Se movió en él con libertad plena. Refirió sentirse agradecida con el público ecuatoriano y latinoamericano por recibir con tanto amor al tango, género que la ha llevado por  países y por recibirla con tanto afecto también a ella.

La sobriedad fue la característica principal de su actuación. El contraste producido por los vestuarios de todos los músicos y el juego de luces del escenario, le dio un toque de sensualidad extrema al espectáculo.

La artista inició la actuación con tangos, ese género que tan bien maneja:  Yira, yira y El día que me quieras, fueron algunos de los que provocaron aplausos prolongados.

Pero Córdoba no es solamente una gran tanguera. Cantó también boleros y baladas, en las que evidenció dominio.
Aprendiz, Tres  palabras,  De qué manera te olvido y Bésame,  fueron otros de los títulos de las piezas que interpretó y que la gente recibió con agrado.

Jaime Pow Chon Long (teclados), Freddy Aráuz (bajo), Nerio David (guitarra), Omar Domínguez (piano y dirección musical) y Gustavo Blacio (percusión), sus músicos, acompañaron a Córdoba con la misma intensidad que ella demostró y –además– con el mismo nivel técnico.

Córdoba en escena no se permite términos medios. Lo entrega todo. Alrededor de 45 minutos después de que inició, concluyó el espectáculo, que honró a su nombre, ‘Una noche con el amor’.