Los tiempos han cambiando visiblemente (lo que desde mi óptica femenina me parece más que justo). Hasta hace poco hubiese sido inimaginable que una producción de Hollywood presentara como protagonista a una mujer policía con demasiada afición al alcohol, un pasado tortuoso y con tendencia a tener relaciones íntimas con más desconocidos de los necesarios sin que, posteriormente, fuera sentenciada a una condena segura por culpa de su promiscuidad y, sobre todo, de la autocensura de los guiones, que no podían permitir que semejante mujer saliese ilesa de semejante jugada. Un papel típico del policiaco y del cine negro, pero hasta ahora descrito en la piel de un hombre, casi siempre muy apuesto, al que beberse unos cientos de whiskys e ir de mujer en mujer le suponía un mérito más para convertirlo en el más recio del relato. Hasta aquí es la única novedad de Acechada y una de las pocas virtudes destacables de una película por lo demás del montón, de las de asesino en serie con falso culpable de por medio.
Y, ¿quién mejor que Ashley Judd para interpretar este papel? Guapa y talentosa, habitualmente en producciones por debajo de su valía, Judd ya tiene experiencia en personajes de aparente fortaleza externa e inquietante desequilibrio interno (está tan encasillada en este tipo de personajes que parece no tener tiempo para elegir los guiones con mayor exigencia). Junto a ella, el reparto se completa con una nómina de eficaces actores de los que no suelen fallar, como Samuel L. Jackson o Andy García, quienes logran desempeñar su papel con cierta gracia aunque sin derroches.
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La trama gira en torno a Jessica Shepard, quien, recién ascendida a inspectora de policía, está tras la pista de un asesino en serie. Horrorizada, descubrirá que las víctimas son hombres con los que ella ha mantenido relaciones sexuales en días anteriores. La investigación se hace más y más complicada cuando su compañero empieza a comportarse de un modo extraño, y el comisario de policía es requerido por las autoridades para relevarle del caso ya que ella es la principal sospechosa de los crímenes. Todas las pistas apuntan en su dirección y Jéssica empieza a pensar que quizás sea ella el asesino que anda buscando, sobre todo, desde que padece episodios de narcolepsia.
El director Philip Kaufman (Henry y June, Quills), quien no es ningún recién llegado al oficio, otorga a la realización un agradecido toque clásico, pero la escritura de la debutante Sarah Thorp (debido al protagonismo femenino, no parece casual que el guión sea firmado por una mujer) contiene más trampas de las debidas y excesivos tópicos del género. Además, si obviamos la novedad femenina en el tratamiento del protagonista, la historia está muy vista, por lo que la película se olvida fácilmente.
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El título original Twisted alude a un tremendo remate en el guión, aunque para entonces el interés se haya diluido un tanto a causa de la creciente inverosimilitud de los acontecimientos. Kaufman se esfuerza intentando dotar de personalidad propia a la puesta en escena. La violencia está medida y la vida personal de la protagonista se envuelve en tonos oscuros, ofreciendo las imágenes más impactantes de la película.
Así, el desenlace es sorprendente, dando una completa vuelta de tuerca a la historia. Sin embargo, la novedad no convulsiona al espectador, poniendo al descubierto las limitaciones de guión y puesta en escena.