Juan Pablo II condenó ayer el feminismo radical, la lucha de sexos y la defensa de la  homosexualidad en una carta de 37 páginas dirigida a los obispos de la Iglesia Católica. El Papa, de 84 años, rechazó con especial ahínco las tesis de movimientos estadounidenses destinados a justificar nuevas formas de  sexualidad.

Juan Pablo II comienza por deplorar “la tendencia a recalcar fuertemente la  condición de subordinación de la mujer, con el objetivo de suscitar una actitud  contestataria”.

La consecuencia, subrayó, es que “la mujer, para ser ella misma, se erige  como rival del hombre. A los abusos de poder, ella responde con una estrategia  de búsqueda de poder y ese proceso conduce a una rivalidad entre  sexos”.

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Mmencionó que “una  segunda tendencia que aparece como una estela de la primera: para evitar toda  supremacía de uno u otro sexo, tendemos a borrar sus diferencias, consideradas  como simples efectos de un condicionamiento histórico y cultural”.

“La ocultación de la diferencia o de la dualidad de los sexos tiene  consecuencias enormes en diversos niveles”, afirmó. Esta negación “inspiró ideologías que promueven el cuestionamiento de la  familia, por naturaleza biparental, es decir compuesta de una madre y un padre,  así como la ubicación en el mismo plano de la homosexualidad y de la  heterosexualidad”, denunció.

El documento se refiere particularmente a la tendencia del feminismo  radical en Estados Unidos, donde se destaca su portavoz Judith Butler, para  quien la diferencia entre hombres y mujeres está determinada no por el sexo  sino por la cultura. La misiva redactada por la Congregación de la Doctrina de la Fe, dirigida por  el cardenal alemán Joseph Ratzinger, impulsa la promoción de la mujer en la vida  social y pública sin abandonar su vocación de madre, que debe ser reconocida y  garantizada, incluso económicamente.