La película fue un éxito en la taquilla de los cines estadounidenses. Desde hoy la audiencia guayaquileña podrá verla en las salas de la ciudad.

En el 2001, Shrek marcó un hito al ser la primera película de animación que competía por la Palma de Oro del Festival de Cannes desde 1953, cuando lo hizo Peter Pan. Un año después, este filme que pervertía los temas de los cuentos de hadas consiguió el primer Oscar a la Mejor Película de Animación. Ahora el simpático y carismático ogro verde vuelve con las mismas ganas de triunfar por muy negro que se lo pinten príncipes azules y reyes de fábula. En efecto, el reconocimiento de Shrek fue síntoma de la vitalidad del cine de animación por parte de los sectores más cinéfilos de un género hasta hace poco no suficientemente valorado. Este año se repitió la historia: Shrek 2 ha vuelto a estar presente en Cannes, pero además ha batido récord de taquilla en Estados Unidos.

Y es que el realizador Andrew Adamson y el productor Jeffrey Katzenberg se han tomado tres años de esmero y cautelas para prolongar el enorme y maravilloso estruendo que su primer filme causó en el mundo. Ahora, en el segundo episodio de esta aventura, la delicia continúa. Se esperaba en Shrek 2 un simple eco mimético de la cinta original, pero ese eco ha sido pulverizado por la gran acogida de su secuela, una película con indiscutible entidad propia y que muestra una refinada construcción, por lo que formalmente va más allá de donde llegó la primera parte.

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Las claves del éxito arrollador de esta prodigiosa entrega, rebosante de inteligencia, son las mismas que las de la película madre. Los responsables del filme han retomado el argumento allí donde se acababa el primer Shrek: el matrimonio de los dos protagonistas. Así, al volver de su luna de miel el ogro y la princesa Fiona reciben una invitación de los padres de esta, los soberanos del reino de Muy Muy Lejos, para conocer a su flamante yerno. Pero lo que en principio no debía ser más que un puro trámite familiar, se convierte en la fuente de desventuras de Shrek 2. Y como suele hacer este ogro, ha torcido un poco las reglas del mundo de los cuentos de hadas tradicionales para construir algunos de sus mejores chistes.

La primera parte contaba con la ventaja del asombro inicial, el de toda ocurrencia viva, recién inventada. Los creadores de Shrek 2 sabían perfectamente que el efecto de sorpresa estaba entonces neutralizado de antemano y que no era ya posible remover el reclamo de la originalidad. Y movieron otras teclas, sobre todo la de una construcción de altísimo esmero, elaborando un guión con un insuperable armazón dramático, un vigoroso instinto cómico y un trabajo literalmente prodigioso de los personajes, que son refinadísimos. Un hermoso cuento que rebosa ingenio, que estalla de gracia y que es pura música hablada.

Los dueños de las ocho voces que trenzan en Shrek 2 su maravillosa musicalidad son profesionales de alto rango en el cine de Estados Unidos. Mike Myers, que interpreta al ogro Shrek; Cameron Díaz, que da voz y alma a la princesa Fiona; Eddy Murphy, el gran histrión que encarna la formidable figura del Asno; la eminente Julie Andrews, que borda a la mamá de Fiona, la reina Lillian; John Cleese, uno del grupo de los Monty Python que llena de voz el rostro del rey Harold; el gran comediante Rupert Everett, que da una lección en el arte de ser un príncipe encantando; la dulce y a veces odiosa Hada Madrina que crea Jennifer Saunders y, sobre todo, el irresistible Gato con Botas, pícaro, seductor, cínico y espadachín, que Antonio Banderas nos ofrece detrás de una indescriptible galería de muñecos informáticos. Hábilmente moldeados a través de un computador, su identidad visual y gestual adquiere en Shrek 2 dimensiones de virtuosismo difícilmente superables, como todo cuanto envuelve a las verdaderas obras maestras.