Idolo de una generación, símbolo de la rebeldía y eterno galán, Marlon Brando, fallecido a los 80 años de edad, era uno de los últimos monstruos sagrados del séptimo arte.
 
Brando, el rey del método, re-escribió las reglas de la actuación y, con su  impactante sensualidad, redefinió a la estrella de cine masculina.
 
Uno de sus roles más memorables fue la interpretación de un capo de la  mafia en la saga "El Padrino" de Francis Ford Copola.
 
En los últimos años, Brando siguió ocupando las portadas de la prensa del  mundo, pero no por su actuación, sino por las tragedias familiares que  atravesó.
 
"Tenía lo que se puede llamar la combinación perfecta", dijo una vez Rod  Steiger, co-protagonista de "La ley del silencio". "Tenía un talento increíble,  era un símbolo sexual y se negaba a aceptar compromisos. Se convirtió en el  líder de una actuación verdadera y realista que nunca habría existido sin él".
 
A las órdenes de los mejores directores, se transformó en el principal  exponente de la nueva generación de actores de la posguerra, con filmes como  "Un tranvía llamado deseo", "Viva Zapata", "¡Salvaje!" y "La ley del  silencio".
 
Bud, como lo llamaba su abuela, nació el 3 de abril de 1924 en una familia  modesta de Omaha (Nebraska). Su madre era una actriz depresiva y alcohólica y  su padre era un vendedor mujeriego "con la sangre compuesta de testosterona,  adrenalina, alcohol e ira", según el propio actor.
 
Tras su expulsión de una escuela militar, el joven Brando se mudó a Nueva  York para estudiar arte dramático en el conservatorio de Stella Adler y en el  Actors Studio, donde perfeccionó el "método" Stanislavsky, que consiste en  recurrir a sus propias emociones para encarnar a un personaje.
 
En 1947, Brando causó sensación en Broadway con el papel del brutal Stanley  Kowalsky en la adaptación de la obra "Un tranvía llamado deseo" (de Tennessee  Williams), que luego le abrió las puertas de Hollywood.
 
Inicialmente, sin embargo, rechazó las ofertas de la meca del cine, al  indicar en 1948 que los productores de Hollywood "nunca han hecho una película  honesta en su vida y probablemente nunca la harán".
 
Dos años más tarde, debutó con gran éxito de crítica en la película de Fred  Zinnemann "The Men" ("Hombres"), donde interpretaba a un soldado parapléjico,  antes de ponerse a las órdenes de Elia Kazan para la adaptación cinematográfica  de "Un tranvía llamado deseo".
 
Además de valerle en 1952 la primera de cuatro candidaturas consecutivas al  Oscar a mejor actor, la película dejó grabada la imagen de Brando con camiseta  blanca sudada.
 
Luego encarnó al famoso revolucionario mexicano en "Viva Zapata", también  de Kazan, y a Marco Antonio en "Julio César", de Joseph Mankievicz, antes de  convertirse en el símbolo de la rebeldía al interpretar al líder de una  pandilla de motociclistas en la película de Laslo Benedek "¡Salvaje!" (1954).
 
"Ninguno de los que estábamos involucrados en la película imaginamos nunca  que instigaría o incitaría una rebelión juvenil", escribió Marlon Brando en su  biografía autorizada "Las canciones que mi madre me enseñó", publicada en  1994.
 
Brando ganó un premio Oscar por su papel en "Nido de ratas" y otro por su interpretación del patriarca mafioso Vito Corleone en la película "El padrino", de 1972.
 
Sin embargo, Brando también se manifestó contra Hollywood y se burló de las pompas del estrellato durante toda su carrera. En 1973, rechazó su segundo Oscar como protesta al tratamiento de los indios estadounidenses y luego fingió no saber lo que había ocurrido durante la ceremonia de los premios.

La polémica se asentó en su vida tras el estreno del drama erótico "El  último tango en París", de Bernardo Bertolucci (1973), donde encarnaba a un  hombre maduro desorientado tras el suicidio de su esposa.
 
Reconciliado con la fama, Brando  -quien decía actuar para "sobrevivir"-   hizo la película más comercial de su carrera, "Superman", antes de interpretar  al desesperado coronel Kurtz en "Apocalipsis Now" (1979), de Coppola.
 
A partir de ese momento, anunció repetidamente su retiro para dedicarse a  fondo a las causas sociales, aunque continuó apareciendo esporádicamente en la  pantalla grande. Su última película, "The Score", se estrenó durante el verano  de 2001.
 
En el ocaso de su vida, Brando se convirtió en el héroe trágico de una  sórdida saga familiar.
 
Brando tuvo al menos nueve hijos fruto de las numerosas relaciones que  mantuvo en su vida con mujeres generalmente morenas y exóticas, incluidas las  actrices puertorriqueña Rita Moreno y mexicana Movita Castenada.
 
En 1990, su primogénito, Christian, fruto del matrimonio con su primera  esposa, la actriz Anna Kashfi, asesinó al novio de otra de sus hijas, Cheyenne,  nacida de su relación con la tahitiana Tarita Teriipaia. Christian estuvo cinco  años encarcelado y Cheyenne se suicidó en 1995, después de una larga  depresión.
 
Brando, víctima de la obesidad que le llevó a pesar en algún momento hasta  160 kilos, volvió a recluirse en la Polinesia francesa, de la que se enamoró  durante el rodaje de "Mutiny of the Bounty" ("Rebelión a bordo", de 1962) y  donde pasó largas temporadas desde que compró el atolón de Teti aroa en 1966.