Esta especie que pobló el agro costeño, aún subsiste y es tema del folclore y la música.
El breve inventario que ensayamos el sábado anterior en torno al protagonismo de las aves en las creencias populares, el folclore y el mundo mágico-mítico que identifica al país, dejó abierta la posibilidad de desarrollar más temas que también testimonian la presencia de las numerosas especies aladas que forman el patrimonio de la geografía ecuatoriana en la literatura y la expresión musical.
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Para ejemplo de esto último basta recordar las obras de los escritores Joaquín Gallegos Lara, César Dávila Andrade, Alejandro Velasco Mejía, Gonzalo Sotomayor Navas y Honorato Vásquez, quienes similar a lo que hicieron otros reconocidos literatos las perpetuaron en El guaraguao, Esquela al gorrión doméstico, Ñucanchi Kúntur, Che Che el pájaro vigía y Las golondrinas, en su orden.
Eso ocurrió igualmente con Nicasio Safadi, quien hizo los arreglos de las hermosas y tradicionales canciones Los jilgueros y Avecilla; Carlos A. Rubira Infante, autor del pasillo Alondra fugitiva, basado en los versos de Rosario Sansores; Rubén Uquillas y su alegre albazo Pajarillo; Jilguerito tráeme besos, pasillo (letra de Lauro Dávila y música de Nicasio Safadi), que es una emblemática interpretación de Julio Jaramillo.
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Como ya habrá tiempo para hablar de aquellas joyas testimoniales que nacieron porque la belleza del plumaje o comportamiento de las aves lo inspiraron, ahora destacamos la presencia especialmente en la vida cotidiana del campesino litoralense del ave llamada pacharaco, que también motivó al compositor Ruperto Romero Carrión al legarnos la pegajosa melodía de igual nombre grabada por Máxima Mejía en ritmo de porro-guaracha. Y además la adoptó el pueblo para, de manera sentenciosa, darle este apelativo a los holgazanes y enemigos del trabajo.
Escasa población
A punto de extinguirse por el atentado contra su hábitat y la persecución irracional de que fue objeto por muchos años, el pacharaco felizmente subsiste aunque sea en escaso número en algunas propiedades agrícolas, donde el campesino goza al escuchar el canto del ave que simula aquel estribillo que dice: ¡A trabajar, a trabajar, a trabajar!, por parte de la hembra, mientras el macho parece contestar ¡para qué, para qué, para qué!
De nombre científico Ortalis Garrula, el pacharaco es de la orden las gallináceas y la familia de los faisánidos. Tiene parecido a los gallos de pelea, pero sin el espolón característico de aquellos. El color de su plumaje semeja una hojarasca seca: marrón. Las mejillas son de tono rojizo y no tiene plumas. Se caracteriza además porque su carne de muy poca grasa es similar a la del faisán, tanto en color y sabor.
Por lo general el macho posee un harén de siete hembras, que ponen de 4 a 6 huevos de igual tamaño al de las gallinas y que eclosionan a los 21 días. Prefiere los bosques de clima tropical y otras lugares cercanos a las tierras de cultivo. Se alimentan de hojas de guarumo y de otras plantas de hojas tiernas, arbustos de pepinillos, uvas silvestres; no desestiman las lombrices y ciertos insectos para completar la dieta.
Guardianes naturales
Los pacharacos (machos y hembras) son bulliciosos y agresivos. Sin embargo, suelen vivir con el hombre y actúan como buenos guardianes de la casa; es común que den la voz de alarma ante la presencia de algún desconocido, e incluso que ataquen sin mayor motivo al intruso o visitante.
Conocidos con otras denominaciones populares como chachalacos y huachingas, cantan en grupo varias veces al día y aún en la noche. Prefieren las ramas altas de los árboles y ocasionalmente llegan al suelo a darse un baño de tierra, como lo hacen las gallinas. El hombre los ha perseguido para cazarlos y prepararlos como alimento y con sus plumas elaborar abanicos.
La pacharaca
La pacharaca tiene voz de mando
tiene voz de mando para el maridito
en la madrugada, en la madrugada
subida en el palo le dice cantando:
¡A trabajar! ¡A trabajar ¡A trabajar!
No sigas durmiendo anda a trabajar.
El pacharaco al oír contesta
al oír contesta muy enfurecido:
¡Para qué! ¡Para qué! ¡Para qué!
Qué se habrá creído, qué se habrá creído
Estoy cansado, no sé trabajar.