Ese hombre de mitos y permanencias está aquí de nuevo: le dicen el Che Guevara. Un hombre que, antes de convertirse en un controvertido personaje de la historia contemporánea, fue el joven médico argentino Ernesto Guevara de la Serna.
Y está aquí, ahora, aunque murió hace más de treinta y cinco años, gracias al poeta y dramaturgo guayaquileño José Guerra Castillo, quien decidió, por fin, contar en un pequeño y tierno libro lo que tenía guardado hace mucho tiempo: su corta pero intensa y vital experiencia junto al Che cuando este visitó Guayaquil, antes de que viajara primero a México y luego a Cuba para participar en la revolución socialista de 1959 y convertirse, a partir de entonces, en un ícono de la juventud progresista de los años sesenta y setenta.
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Como parte de su largo camino hacia lo que él consideró su misión trascendental en la vida, al punto que llegó a morir por sus ideales (justos o equivocados, no corresponde ahora calificarlos), Guevara –un joven de 25 años que aún no abrazaba la militancia revolucionaria activa y que luego se convertiría en el legendario Che– pasó cuarenta y tres días en Guayaquil.
En un tono de nostalgia, poesía y humor, Guerra Castillo recuerda la presencia de Guevara en esta ciudad. Con singular frescura y precisión, con la descripción de insólitos detalles que, más de cuarenta años después, el autor decidió revelar, el pequeño libro titulado 43 días inolvidables en Guayaquil se convierte en una joya de la tradición, la identidad y el anecdotario de esta ciudad.
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