El escritor portugués premio Nobel de Literatura José Saramago dijo este lunes en Barcelona al presentar su última novela, "Ensayo sobre la lucidez", que vivimos en una "burbuja democrática" en la que los ciudadanos tienen la facultad de "cambiar el gobierno pero no el poder".
 
El autor dijo de su novela que "más que de descontento, es una muestra de indignación", algo que ya se percibe en su epígrafe inicial: "Aullemos, dijo el perro", de un ficticio Libro de las Voces.
 
Este, como todos los epígrafes de sus novelas, en los que Saramago recoge citas de inventados libros de los Contrarios, de las Evidencias o, como ahora, de los Voces, son fundamentales para entender el núcleo ideológico de cada libro.
 
"El perro no está identificado en la novela, pues es el que la lee, y en la historia reciente de España, ese lector, el pueblo, ha aullado", argumentó.
 
En muchos aspectos ligada a su anterior "Ensayo sobre la ceguera", la nueva novela de Saramago critica el funcionamiento de la democracia a partir de la fábula de unas elecciones municipales en una ciudad sin nombre en la que los ciudadanos deciden votar en blanco como forma de "revolución pacífica".
 
La ficción lleva al Nobel portugués a una reflexión clave: "Si en lugar de un 1 por ciento el voto en blanco fuera de un 30 por ciento, el sistema se tambalearía; y, en cambio, cuando la abstención llega al 30 por ciento la clase política no se preocupa porque prefiere la abstención al voto en blanco".
 
Como ejemplo de la importancia del voto en blanco, Saramago recuerda que "en las últimas elecciones españolas se registraron 400.000 votos en blanco, que por sí solos podrían aumentar la mayoría del PSOE (Partido Socialista Obrero Español), dar una victoria al PP (Partido Popular) o mejorar los resultados de IU" (Izquierda Unida).
 
Responde a aquellos que le acusan de destruir la democracia, con las palabras de Milan Kundera: "La estupidez, como el progreso, progresa", y añade que "decir que yo quiero abolir la democracia es una estupidez".
 
Detrás de la metáfora del voto en blanco de su novela, se destila ese "aullido del perro" al que hace referencia en el epígrafe, esa crítica a la democracia, vista como "burbuja" en la que vivimos y en la que, gracias a las elecciones, "podemos elegir un gobierno, pero al cambiar el gobierno no cambiamos el poder, porque el sistema democrático no está dirigido por los políticos, sino por fuerzas que no son democráticas, el poder económico".
 
En relación al equívoco título, Saramago asegura que "los títulos se me presentan y luego escribo el libro en función de ese título", pero asevera que "en todas mis novelas aparecen términos como manual, historia, memorial, evangelio, cuadernos, palabras que anuncian al lector que en el texto va a encontrar algo más que una historia".
 
Si acaso, agrega el Nobel portugués, sus libros corren paralelos a la suerte de la novela, que "dejó de ser un género literario para convertirse en un espacio en el que cabe todo".
 
Su visión crítica se extiende también a los medios de comunicación y los periodistas, que "se comportan en general como camaleones que captan el color del ambiente", o contra las religiones.
 
Más allá de su ateísmo, Saramago apunta, al modo de los filósofos del XVIII, que "si hay un Dios, será uno y no dos, ni tres ni cuatro, pero la estupidez humana llega al extremo de que los seres humanos se maten por motivos religiosos" y añade: "el teólogo Hans Küng, despreciado por el papa, ya dijo que las religiones nunca han servido para unir a los hombres".
 
"Ensayo sobre la lucidez" concluye como una tragedia, un género tan griego como la democracia, porque, como el propio Saramago señala, "no soy ingenuo y en una situación límite en el que el poder se sienta acorralado se llega a extremos como en la novela, en la que los poderes fácticos actúan en nombre de la razón".