Una pareja de bailarines de tango se desplaza vacilante por el salón de baile y entre risas procura evitar pisarse. Tratando de seguir el ritmo de clásicos rioplatenses que resuenan en los parlantes y bajo las luces intensas lucen como cualquier otra pareja intentando aprender una danza nueva, solo que ambos son hombres.
Es miércoles por la noche en Buenos Aires y la única milonga gay del país está atestada.
Diosa comenzó a ofrecer clases de tango a mediados del año pasado cuando sus organizadores, Roxana Gargano y Augusto Balizano, notaron que Buenos Aires comenzaba a convertirse en el principal destino turístico gay de Sudamérica.
Desde la devaluación del peso en enero de 2002 la ciudad vive un verdadero apogeo turístico, alimentado por los bajos precios que exhiben las vidrieras de la que alguna vez fue la metrópoli más cara de la región.
"Buenos Aires es Nueva York o Londres a un cuarto de su precio", dice el hawaiano Ray de la Pena, que durante 2003 visitó la ciudad en tres ocasiones.
De acuerdo con la Secretaría de Desarrollo Económico, más de 4,7 millones de turistas se hospedaron en Buenos Aires en los primeros ocho meses de 2003, un 43% más que en el mismo período de 2002.
Y aunque no hay cifras sobre qué cantidad de esos turistas son gays, todo indica que son muchos; tantos que Carlos Melia decidió abrir "Pride Travel", la primera y única agencia en Buenos Aires dedicada exclusivamente al turismo gay y que edita "La Ronda", una guía turística que es referencia casi obligada para los homosexuales.
Otras agencias han añadido a sus servicios viajes especiales para gays y dispuesto el alquiler de apartamentos exclusivos para miembros de la comunidad homosexual.
Buenos Aires, una ciudad de más de tres millones de habitantes, es comúnmente llamada "la París de Sudamérica" por sus tradicionales cafés, el estilo de su arquitectura y la sofisticación de sus residentes, en su mayoría descendientes de inmigrantes españoles e italianos.
Para Juan Carlos Campillo, de ciudad de México, Buenos Aires tiene bien ganada su reputación.
"Elegí Buenos Aires porque mucha gente me había comentado su belleza y que la gente era amigable y de alto nivel cultural. Mis amigos tenían razón, es como estar en Europa", dice.
Por ello, y por su fama de ser una ciudad que vive de noche --con bares y discos abiertos hasta la madrugada todos los días de la semana-- es tan atractiva para los gays.
Recientemente se han abierto muchos bares y discotecas para gays y hay restaurantes, playas --a unos 400 kilómetros al sur de Buenos Aires-- y hasta hoteles que se proclaman abiertos a todas las tendencias.
El turismo gay es un negocio que mueve millones en todo el mundo. En 2002 generó 55.000 millones de dólares sólo en América del Norte, de acuerdo con Robert Wilson, director ejecutivo de la Asociación Internacional de Turismo para Gays y Lesbianas.
El hecho de que Buenos Aires sea normalmente presentada como una de la ciudades más progresistas de Sudamérica también atrae a los homosexuales. Aunque no existen cifras sobre la cantidad de gays y lesbianas que viven en la orbe, la comunidad es una de las más activas de la región.
La Comunidad Homosexual Argentina (CHA) fue creada en 1984, y entre otras cosas, ha conseguido que el Estado permita a los homosexuales unirse bajo ley con casi todas las prerrogativas del matrimonio.
Para Wilson, "no hay dudas de que esta ley contribuyó a la sensación de que es una ciudad progresista".
Algunos vecindarios, como Palermo y Recoleta, son conocidos por cobijar lugares especiales para gays y lesbianas. Y aunque es recomendable que en público los visitantes gay tengan un comportamiento respetuoso, en la ciudad prevalece una actitud de respeto y libertad hacia el otro.
"Si quieres caminar con tu compañero de la mano, nadie va a decir nada", explica Melia.
La sofisticación de la ciudad y su proximidad con Chile y Brasil se combinan para hacer de Buenos Aires "uno de los mayores destinos gay del mundo", sostiene Wilson.
Tradicionalmente los turistas gay han tenido pocas opciones en Sudamérica.
La fuerte raigambre católica ha hecho que la población tienda a ser conservadora y poco hospitalaria con los homosexuales. Tampoco hay grandes metrópolis y en las mayores, como Santiago de Chile, se prohíben las muestras de afecto en público entre personas del mismo sexo; en tanto en Río de Janeiro -antes un destino preferido por los gays- la alta tasa de criminalidad ha alejado a los turistas.
A Campillo la variada oferta cultural de la ciudad, su fascinante historia y sus suntuosos y exquisitos restaurantes lo han convertido en un fanático de Buenos Aires: "Me encantó la actitud amigable de la gente, la comida. Muero por volver", dice.