No recuerdo cuándo fue la primera vez que escuché la voz de Feliciano. Esa voz llena de inflexiones vocales que marcan su estilo tan propio,  acercándose al jazz y atacando el bolero, llevándolo por caminos que solo le pertenecen a él. 

Acompañado de  la guitarra acústica   que raspa y reverbera de una manera incomparable y muy suya.

Era un bolero cuya letra va así: Sufro al pensar que el destino logró separarnos, guardo tan bellos recuerdos que no olvidaré. Sueños que juntas forjaron tu alma y la mía... Su título es Mis noches sin ti, y tengo que darles las gracias a mi tío por el gran regalo que me hizo.

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La historia de José Feliciano empieza en un pueblo rural de Puerto Rico llamado Lares, donde el 10 de septiembre de 1945 nació un niño ciego. Fue el segundo de una familia pobre con doce hijos, que a los 3 años ya acompañaba a su tío tocando con una caja de galletas.

Al cumplir los 5 años, su familia emigró a la ciudad de Nueva York y allí aprendió a tocar la concertina (acordeón de forma hexagonal). Vivió en el Harlem latino y tomó clases de Braille. Desde entonces la música ha sido su vida.

Aprendió por sí solo a tocar la guitarra, escuchando discos y practicando durante 14 horas al día, inspirándose en la música de Ray Charles, Sam Cooke, Elvis Presley y Frank Sinatra.

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Su primera aparición y ovación pública fue a los 9 años en el teatro Puerto Rico del Bronx, Nueva York. Por esa época recuerda que solían decirle. “Olvida eso de ser artista, toma cursos de rehabilitación y te pondremos un puesto de periódicos, ¿por qué tienes que ser un muchacho difícil?”. Qué bueno que nunca hizo caso a esas peticiones.

Más tarde comenzó a cantar en los cafés del Greenwich Village, en donde podía juntar algún dinero pasando el sombrero, para ayudar a su padre sin trabajo fijo.

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A los 17 años, abandona el colegio al lograr su primer trabajo regular. A los 19, mientras actuaba en el Village, un crítico musical se refirió a sus actuaciones como algo mágico y agregó: “Si usted quiere ser testigo del nacimiento de una estrella, vaya a ver al señor Feliciano antes de que termine su contrato mañana”.

A los 23 años ganó sus dos primeros premios Grammy como Mejor Artista  Nuevo y al Mejor Cantante por Light my fire, un tema del grupo The Doors. Para entonces ya había grabado en cuatro idiomas diferentes.

En 1966, después de una presentación en el Festival Marcha de la Plata en Buenos Aires, Argentina, los ejecutivos de RCA le propusieron hacer un álbum  en español. “Realmente no sabían qué hacer conmigo”, recuerda José. “Yo les sugerí  grabar unos cuantos boleros viejos, esos que había oído desde que era niño”. Y así fue. El resultado fue revolucionario.

Feliciano tomó cansados estándares y logró reconstruirlos en algo totalmente nuevo, reformándolos a su propio estilo en la guitarra acústica.

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De los cafés del Village saltó al Carnegie Hall, al Waldorf Astoria Empire Room, al Ceasars Palace de Las Vegas, al London Palladium,  siendo aclamado por  críticos de todo el mundo como el más grande guitarrista viviente. La revista Guitar Player lo premió como el Mejor Guitarrista Pop por cinco años consecutivos.

Ha recibido más de 40 discos de oro y platino, excediendo los 190 millones de dólares en venta. Lleva más de 40 años de cantante, 69 álbumes grabados y 6 premios Grammys, siendo el único cantante que lo ha ganado en inglés y español.  Se ha presentando  con la Sinfónica de Londres, la Filarmónica de Los Ángeles y la famosa Sinfónica de Viena.

Tiene una estrella permanente en el paseo de la fama en Hollywood y una escuela de Harlem lleva su nombre. Después de tanta música solo cabe decir: qué bueno que nunca se dedicó a vender periódicos.