En agosto próximo, el autor argentino hubiese cumplido 90 años. Él nació en 1914 y murió en 1984, en París.

Parece cuento. Una camina a lo largo de la pintoresca avenida Jorge Luis Borges en Buenos Aires y desemboca en la Plaza Cortázar, un parquecito en el que se está llevando a cabo una celebración inmensa.

El 12 de febrero de 1984 moría el gran escritor argentino Julio Cortázar en París y un montón de argentinos se ha volcado a ese lugar a recordar la fecha, a celebrarlo a él.

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Veinte años después (que “no es nada”, como dice el tango), los porteños rinden un homenaje amoroso al autor de Rayuela: lo recuerdan en sus pasiones. Hay una banda de jazz que, con trompetas y saxofones, reconstruye, en intensas notas y no en palabras, al personaje de uno de sus cuentos más importantes: El perseguidor, que está inspirado en el músico Charly Parker.

Luego hay un diálogo llamado “Boxarte” que une a la literatura con el box, deporte que era otra de las pasiones del autor de La vuelta al día en ochenta mundos y que lo llevó a escribir el extraordinario cuento Torito.

Algunos admiradores leen parte de la obra del escritor y, finalmente, al son de pitos y tambores, un grupo de alumnos de la escuela Julio Cortázar (y todo aquel que quiera unirse) baila feliz. No hay nostalgia. Todo en la noche porteña es euforia. Y hay motivos: el 2004 es el año de Cortázar.

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Parece cuento. Justo frente a todas estas celebraciones hay un bar llamado Macondo y, por supuesto, no hay forma de considerar ir a otro sitio, sobre todo al recordar (no sin cierto estremecimiento) la inmensa admiración que le tenía el colombiano García Márquez al argentino homenajeado.

Gabo dijo alguna vez de él: “En público, a pesar de su reticencia a convertirse en un espectáculo, fascinaba al auditorio con una presencia ineludible que tenía algo de sobrenatural, al mismo tiempo tierna y extraña. Fue el ser humano más impresionante que he tenido la suerte de conocer”.

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En Macondo, con el año Cortázar inaugurándose en la calle a fuerza de ritmo y frente a un vaso de vino argentino, es imposible no pensar en si a él le hubiese gustado estar allí. Quizás no. Imaginar al inmenso (de tamaño y genialidad) Julio Cortázar infiltrado en la fiesta en su honor es difícil.

Dicen sus biógrafos que era distante, más bien taciturno y que siempre andaba con un abrigo largo, oscuro y cara de niño perdido. No hay nadie con esas características alrededor. Pero quién sabe. La noche cortazariana tiene tintes mágicos como los cuentos del autor de Final del juego y da la impresión de que entre toda esa masa de gente está él fumando sus eternos cigarrillos de tabaco negro.

Celebración mundial
El año internacional Cortázar, si bien empezó ya en Buenos Aires, comprenderá celebraciones en el mundo entero. Las Ferias del Libro de Bogotá y de Lima en abril lo tendrán como protagonista. Cuba, España, Brasil, Polonia, Chile, Francia, entre muchos otros países, se sacarán el sombrero ante Cortázar en este año.

Habrá homenajes de todo tipo: cine, artes plásticas, fotografía, música, todas las manifestaciones del arte invocarán al escritor, que en agosto próximo hubiese cumplido 90 años, e invitarán a los nuevos lectores (y a los de siempre) a meterse en el mundo fantástico, entre sorprendente y triste de la obra del autor de Todos los fuegos del fuego.

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Avanzada la noche, casi de madrugada, la gente empieza a retirarse de la Plaza Cortázar, pero volverá mañana y pasado y pasado.