Pasé por la calle Cinco de Junio, en el añorado barrio Cuba, y desde una ventana de rejas torpes apareció infinita y poderosa la voz de Daniel Santos: Virrrrrrgen de medianoche... Cantar inmortal, infinito. Y me acordé, tarde, pero me acordé, de que febrero es el mes de su cumpleaños, y rápidamente las ganas de correr al bar de  Cortijo me invadieron.