La patria que yo evoco no necesita de niños olvidados por la sociedad cenando alpiste, emigrantes que regresan cada lustro a compartir días de integración familiar o, jubilados abrigados bajo la esperanza del reconocimiento al trabajo entregado.

El Ecuador que yo quiero está en manos de más de doce millones de ecuatorianos que, sin delegar funciones, se comprometan a trabajar con responsabilidad y visión de futuro, aprovechando los múltiples recursos naturales que brinda nuestra pródiga tierra; con un Presidente que se preocupe por la reactivación económica, dé soluciones reales a cada divergencia y recuerde que su función está sujeta a críticas de toda índole, por las que debe llegar a la concertación.

Esos factores desembocarían en la disminución de huelgas, y de los altos índices de suicidio y migración.

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La felicidad de cada año venidero no la determina una expresión.

Debemos plantearnos sueños y trabajar por estos aunque parezcan incoherentes, marcando siempre objetivos hasta la consecución del éxito que será gloria para las futuras generaciones.

Si el 2003 fue el año de la puntualidad, ¿por qué no dedicar el 2004 a la superación del Ecuador?

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Quím. Farm. Raúl Aguirre H.
Guayaquil