La crisis bancaria de 1998 y 1999 reveló lo que analistas y las propias autoridades han calificado, desde entonces, como una característica del país: “la cultura del no pago”. Las entidades financieras del sector público, como la Corporación Financiera Nacional (CFN), el Banco Nacional de Fomento (BNF), el Banco Ecuatoriano de la Vivienda (BEV) y el Instituto Ecuatoriano de Crédito Educativo y Becas  (IECE) vieron, en diferentes niveles, cómo sus carteras empezaron a deteriorarse, debido a préstamos vinculados y deudores fantasma, por ejemplo. El saldo fue la quiebra de 22 de los 44 bancos privados.