El ingeniero León Febres-Cordero afirma, en una entrevista con EL UNIVERSO, que rechaza el calificativo de “dueño del país” porque, según él, si fuera así el Ecuador sería un país distinto.

Asegura que él no controla las cortes de justicia en el país pero defiende la posibilidad de que los jueces tengan militancia política partidista.

Febres-Cordero habla de las razones por las cuales no fue candidato a la Presidencia en los comicios del 2002, del caso Isaías, de sus tensiones con los medios de comunicación, y de las relaciones con el alcalde de Guayaquil, Jaime Nebot, entre otros temas de interés.

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Dice que cada mañana lo primero que hace es leer todos los periódicos nacionales.

Como los médicos le exigen que se tome la presión arterial varias veces al día, asegura que cuando despierta tiene la presión en 80, pero que se le sube a 110 luego de mirar los diarios.

A tres meses de cumplir 73 años (nació el 9 de marzo de 1931), León Febres-Cordero mantiene intacta su personalidad: se autodefine como un hombre “que no se deja de la prensa” y como un “líder   orgulloso de saber escuchar a su equipo”, aunque precisa que, finalmente, él toma las decisiones.

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El cuidado de su salud lo obliga a viajar cada cuatro o cinco meses a Miami. Los médicos -confiesa- le han logrado controlar el cáncer a la vejiga (detectado en 1994) y el de la próstata (en el 2002), para el cual se ha sometido, hasta ahora, a 46 tratamientos de radiación. Ha perdido totalmente la visión del ojo derecho, pero   el izquierdo está en perfecto estado.

Mientras fuma (actualmente, un promedio de 15 cigarrillos diarios), el polémico y expresivo LFC, como lo llama la prensa, habla de sí mismo, de su partido, del país, del gobierno y, por supuesto, de sus principales enemigos políticos. 

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PREGUNTA: Ingeniero, usted es uno de los políticos más influyentes y decisivos en la frustrante vida política ecuatoriana de los últimos 25 años. Por favor, hágase una autocrítica y diga cuán responsable es de todo esto que ha pasado en el país.
RESPUESTA: Bueno…, yo siempre traté de cumplir con mis responsabilidades a cabalidad

P: Por ejemplo, usted ha dicho que el Estado debería dar educación al pueblo, pero eso no ocurrió en los últimos gobiernos, y tampoco en el suyo.
R: El Estado debería dedicar grandes recursos a la educación pública. Pero es difícil porque no hay los medios suficientes. El país tampoco aceptaría que por dar educación se suprima lo poco restante que se hace. Con el actual presupuesto del Estado, casi 65% es para deuda externa y burocracia. Quedan 30 o 35% para Fuerzas Armadas, Policía, educación, salud, obra pública... Así no se puede hacer nada.

P: Entonces, ¿Ecuador no debe pagar la deuda?
R: No es fácil. El Fondo Monetario Internacional (FMI) se encargaría de aislar al país. Los otros organismos (Banco Mundial, BID, CAF, etcétera) nos bloquearían y nos convertirían en una isla frente al mundo. Pero el Ecuador algo tiene que hacer con la deuda externa. No puede seguir pagándola. No está en capacidad de hacerlo.

P: Suena extraño oír en usted un planteamiento de izquierda: no pagar la deuda externa…
R: La lógica no es propiedad ni de la izquierda ni de la derecha. Simplemente es lógica.

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P: Pero son los mismos gobiernos ecuatorianos los que han renegociado el pago de esa deuda.
R: Todavía el país no se da cuenta de la importancia de mi denuncia (contra la renegociación en el gobierno de Gustavo Noboa). Poco a poco se la digiere. Importantes analistas ya dicen que no hay que pagar esa renegociación, otros hablan de negociar de nuevo. Pero hay una verdad: el país no puede seguir gastando lo que gasta en el pago de la deuda externa.

P: En su gobierno, ingeniero, también se pagó la deuda externa.
R: Yo cumplí con mis responsabilidades. Hace poco, diario El Telégrafo  publicó un análisis de la Escuela de Economía de Harvard. En ese análisis, a través de siete u ocho parámetros, idearon un sistema para establecer bondades de los gobiernos. Comenzaron con los norteamericanos y luego con cada país latinoamericano. Para mí fue una sorpresa muy grande que se escogió a mi gobierno como el más eficiente. Lo mismo ocurrió hace un año con una evaluación de la prestigiosa Sociedad Americana de Empresarios sobre los gobiernos latinoamericanos de los últimos 30 años. Para mi sorpresa, el gobierno que más desarrolló a su país fue el mío.

P: Pero cometió errores, también. ¿Acepta que tuvo falencias?
R: Sí, señor, sí señor. Claro que las tuve...

P: Por ejemplo, ¿cuáles?
R: No pude hacer todo lo que quería. Me pasó igual que con la Alcaldía de Guayaquil, donde dejé los últimos mejores ocho años de mi vida y creo que hice un trabajo racional. Despoliticé el Municipio, no hice política en el Municipio.

P: Pero hacía ruedas de prensa donde hablaba de temas políticos.
R: Eso era otra cosa. Un espacio específico. Pero usted no me va a decir que en el Municipio se contrató a socialcristianos. Creamos un sistema riguroso para contratar a los ciudadanos más eficientes. Trabajé con gente de toda ideología. Cogí un Municipio sin presupuesto, que no atendía servicios y tenía 9.000 trabajadores. Tuve que pasar por el durísimo sacrificio de despedir a 6.000 personas y reduje a 2.000 empleados. Cuando me retiré quedó en 3.000 pero ya teníamos veinte y pico de mercados más, no sé cuántos parques más y una serie de servicios que antes no se daban.

P: Sin embargo, faltó mucho por hacer...
R: No fue perfecta, no fue perfecta. No hay nada perfecto.

P: En otras palabras, le fue mejor en el Municipio de Guayaquil que en el gobierno...
R: (Alza la voz) Nadie es profeta en su tierra, mi querido amigo, nadie es profeta en su tierra...

P: Pero, dígame, ¿le fue mejor en el Municipio que en el gobierno?
R: Sí, sí, claro. Y le voy a decir por qué: tenía mayoría en el concejo municipal. Mi problema y mi tragedia fue el Congreso, donde no tuve mayoría.

P: Con mayoría a favor debe ser fácil gobernar...
R: Yo hablo de gobernar mejor. Con mayoría en el Congreso se pasarían leyes que el país desesperadamente necesita. No habría tal grado de enfrentamiento, querer botar al Presidente de la República o del Congreso... Si usted fuese al Congreso se daría cuenta de que es muy frustrante estar allí.

P: La oposición legislativa es, en alto porcentaje, beligerante. A veces su bloque también lo es. ¿Esa es la clase de política que necesita el país?
R: Es que es muy difícil gobernar este país. Para mí también fue muy difícil, pero, gracias a Dios, pude sostenerme en el poder, hice gran parte de lo que quería hacer pero hubo otras cosas que no, por falta de tiempo o dinero.

P: Su gobierno fue políticamente conflictivo...
R: Desde el principio. Ya antes de posesionarme (agosto de 1984) Xavier Ledesma -actual secretario de la Administración del gobierno de Lucio Gutiérrez- declaraba, a nombre de Izquierda Democrática, que su partido gobernaría desde el Congreso. No olvide que cuando fui secuestrado en Taura (enero de 1987) la confabulación vino del Congreso. Mientras yo estaba secuestrado por 34 personas, los diputados pedían mi destitución. Pero sobreviví… Y no sé si usted ha notado esto: desde 1925 hasta hoy, el único presidente guayaquileño que ha logrado terminar su período he sido yo. Los demás murieron en el puesto o fueron botados. Entonces ya ve que para mí no fue fácil gobernar. Fue una pugna de 24 horas al día y siete días a la semana durante cuatro años.

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