Carandiru es una película viva y enérgica del cineasta argentino afincado en Brasil, Héctor Babenco, que se prolonga en su duración, pero que reconstruye con verdad y esplendoroso colorido la espantosa e infame matanza por la policía de los presos amotinados en la cárcel de Carandiru, en Sao Paulo, el 2 de octubre de 1992.

Es la vertiginosa mirada del cineasta a los horrores de la vida dentro de esta, la mayor y más masificada cárcel de América Latina hasta que fue destruida el año pasado. De fuerza escalofriante, esta cinta está basada en el libro Estación Carandiru que relata las experiencias reales vividas durante catorce años por el médico de la prisión, Drauzio Varella, quien también atendió al realizador cuando este sufrió un cáncer linfático hace cinco años.

De las pláticas entre ambos, surgió el filme.

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Muchos se han conmovido por este retrato de la crueldad, el abuso de las drogas, el sida y los asesinatos por venganza dentro del atestado presidio, donde albergaban 7.200 reos que vivían hacinados ya que las instalaciones fueron planeadas para menos de la mitad, y donde reinaban la violencia, la miseria y la promiscuidad.

Varella comienza a trabajar allí para aplicar un programa de prevención del sida. Pero su conciencia lo lleva mucho más allá de su tarea médica, convirtiéndose en confidente, consejero y amigo de los presidiarios. A lo largo de esta vivencia, en la que trata de comprender pero no juzgar nunca, desfilan una galería de personajes marginales, asesinos y traficantes. Cada uno tiene su historia, sus tristezas, miedos, familia, pasiones, odios y angustias, como el resto de la humanidad. Y es que la tragedia de esta prisión es la tragedia de la sociedad brasileña y de toda Latinoamérica. Los personajes de Babenco parecen pequeños e insignificantes, pero son grandes y ricos en su proyección social.

Tras Pixote y El beso de la mujer araña, Carandiru es la tercera obra del realizador que transcurre en un presidio, una constante que Babenco explica afirmando que para él “la cárcel tiene un significado mucho más metafórico que realista. Es una especie de lugar cerrado que yo me impongo para poder representar el drama de los personajes”.

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Carandiru se inauguró en 1956 y se dio a conocer mundialmente por la matanza, a manos de la policía, de 111 prisioneros desarmados. La policía dijo que había actuado en defensa propia junto con el ejército brasileño, pero ningún militar resultó herido.

Sin embargo, los prisioneros murieron con balazos en la espalda mientras se escondían en sus propias celdas; o en la cabeza, ajusticiados. Babenco subraya en su entrega cómo dicha carnicería fue inútil y que la verdadera maldad la encarnan las autoridades.

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Su crítica social resulta implacable e interesa a todos porque ambos mundos son solo dos caras del mismo. En diciembre de 2002, la prisión fue demolida y allí fue erigido el complejo cultural y de entretenimiento Parque de la Juventud.

Babenco, haciendo gala de su enorme oficio, inquieta y convoca a la reflexión, sin lecciones moralistas, pero con mensajes demoledores, pues el tema no deja espacio para aristas edulcoradas ni concesiones. Carandiru, la octava película del realizador, posee una innegable calidad y representará a Brasil en la disputa por el Oscar en la categoría de mejor filme extranjero en su próxima edición.