La agobiada clase media de América Latina está en la mira del Banco Mundial y los especialistas en desarrollo.
Tras insistir durante más de una década en la necesidad de mejorar los servicios sociales para los más desposeídos, algunos advierten que es hora ya de abordar el desamparo de la clase media, que, según consideran, debería ser el pilar de moderación y estabilidad en la región.
Para Nancy Birdsall, una especialista en políticas sociales del Centro para el Desarrollo Global, "ha llegado el momento de preocuparnos del 40 por ciento de la población que queda cerca de la línea de la pobreza, no solamente del 20 ó 30 por ciento que está debajo de ella".
Esa clase media, que ella prefiere definir como gente de ingresos medios pero que en Estados Unidos sería calificada como pobre, ha sido "sofocada" en las últimas dos décadas de fuertes turbulencias financieras.
La clase media latinoamericana necesita sentirse beneficiada por los programas sociales para que éstos tengan sustento político, lo que en última instancia también beneficiaría a los pobres, dice Birdsall, quien fue la número dos del BID durante la presidencia de Bill Clinton.
¿Modelo equivocado?
Muchos atribuyen al descontento de la clase media al modelo de apertura económica promovido por Estados Unidos en las últimas décadas, que anteponía la eficiencia a cuestiones como la distribución de riquezas, un modelo conocido como el Consenso de Washington.
A pesar de una ola de reformas que incluyó la venta de empresas estatales ineficientes y la apertura de las economías a la competencia global, los años recientes han sido marcado por crisis políticas y económicas, algunas de ellas terminando con muertes y violencia, como ocurrió en Bolivia en octubre, cuando el presidente Gonzalo Sánchez de Lozada tuvo que renunciar.
Las encuestas señalan un creciente desencanto con los gobiernos y una percepción -con frecuencia justificada- de que las oportunidades no son iguales para todos.
"No hay dudas de que existe desencanto en la región", dice Ana María Arriagada, directora del Departamento de Desarrollo Humano para América Latina y el Caribe del Banco Mundial.
Pero la realidad es que entre 1990 y el 2001, los gobiernos, conscientes de la histórica mala distribución de la riqueza, incrementaron el gasto social y muchos indicadores, como la mortalidad infantil, mejoraron.
Según la Comisión Económica para América Latina (Cepal), en ese lapso el gasto social por habitante aumentó en un 58 por ciento, para quedar en 540 dólares/año.
Con el visto bueno del Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), los gobiernos también mejoraron el diseño de sus programas para llegar más directamente a los más necesitados.
Por ejemplo, programas como Oportunidades en México y Bolsa Escola en Brasil condicionaron la entrega de recursos a familias pobres a la mantención de los niños en las escuelas, con resultados que el Banco Mundial en un reciente informe sobre desigualdad en América Latina calificó de "prometedores".
Si bien los pobres mejoraron su posición, la clase media, al no calificar para los programas de asistencia, empeoraba su posición.
Y las crisis financieras, facilitadas por la libre entrada y salida de capital, fueron particularmente duras con ese sector, dice Guillermo Calvo, el economista jefe del BID.
"Un país se quema por cuestiones financieras", dice Guillermo Calvo, el economista jefe del BID. "Es ahí donde falla el Consenso de Washington justamente", señaló.
Problema de informalidad
Aunque en el papel la clase media goza de mecanismos de protección, en la realidad muchos quedan excluidos de ellos.
Dependiendo del país, entre un 30 y un 50 por ciento de la fuerza laboral urbana trabaja en la informalidad. Algunos estudios revelan que apenas uno de cada cinco trabajadores en Bolivia, Perú y Colombia están cubiertos por un régimen de jubilación.
"Esa es un área en la cual el Banco Mundial no tiene receta", dice Arriagada. "Es una de las áreas que nos interesa trabajar".
Otro problema es precisar la cantidad de gente que entra en la categoría de casi-pobres que necesitan de asistencia. "Es más dinámico de lo que parece", con mucha gente que pierde ingresos durante, por ejemplo, una baja en el precio del café, para luego recuperarlos una vez que el precio vuelva a subir, dice Arriagada.
En últimas, dicen los especialistas, la mejor manera de resolver el dilema de la clase media es tomando medidas para amortiguar los golpes externos.
La sólida posición financiera de Chile permitió a ese país ejercer una política fiscal "contracíclica", lo que moderó el impacto de la baja en el crecimiento económico mundial en el 2000-2002.
"La fundación de una buena política social debe ser una buena política macroeconómica y Lula está tratando de hacer eso", dice Birdsall, refiriéndose a la insistencia del presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, de mantener un alto superávit primario fiscal.
Arriagada, del Banco Mundial, cree que eventualmente los gobiernos encontrarán la manera de ayudar a la clase media.
"Vamos a tener que ejercer creatividad", dice Arriagada. "Mi sensación es que si hay alguna región en el mundo donde esto se va a inventar, va a ser en América latina".