El chateo es la actividad más popular en los sitios de alquiler de computadoras denominados cibercafés, y los estudiantes de colegio y universidad son sus mejores clientes.
Como Batichica no se encontraba, Botellazo fue quien botó a Javiercito de la Baticueva. No es que lo confundieran con el Guasón o el Pingüino, sino que Javiercito repitió más de cuatro veces un mismo mensaje, la palabra “hola”, algo prohibido porque congestiona la comunicación.
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Botellazo igual lo hubiera despachado si hubiera escrito con mayúsculas (porque en el chat se considera gritar), o si hubiera usado malas palabras. También si hubiera enviado un spam (publicidad masiva no deseada).
Así son las reglas de la Baticueva, canal de chat creado en el sistema Mirc por una pelada identificada con el nickname (apodo, en inglés) Batichica y operado por los jóvenes identificados como Botellazo y X_p. Javiercito también es un nickname, su verdadero nombre es Javier Martín, apasionado de la internet que a sus 22 años cree tener el mejor empleo del mundo: administrador de un cibercafé.
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Los jóvenes son los clientes más fieles de este tipo de negocio, especialmente aquellos que carecen de computadora en su casa, y que no quieren renunciar a chatear (charlar) e intercambiar e-mails con sus amistades en cualquier parte del mundo.
Esta tecnología era impensable hace varios años, pero para los jóvenes de esta generación es tan común como el teléfono.
Javier es parte de esta generación, por eso para él es súper común entretenerse chateando con sus panas a través del programa Msn Messenger, uno de los más populares para esta actividad. Algunos de ellos son gatita_19, loquitojavi, tuniñabonita y angelito 20-22. Lógicamente todos son nicknames, porque así se identifican en el ciberespacio.
Pero cuando Javier desea conocer amigos nuevos utiliza el programa Mirc, que es un sistema de chat al que miles de personas alrededor del mundo se conectan simultáneamente. Baticueva es uno de los canales que Javier utiliza, por ser de ecuatorianos, pero su favorito es el denominado Guayaquil. “Allí he conocido peladas chéveres en citas a ciegas”, explica el cibernauta.
Pero el galanteo no es el único fin de esta herramienta de la informática, que también puede acercarte a “gente rara”, como lo expresa Daniel Sánchez, joven de 20 años que suele hacer sus investigaciones en el cibercafé ubicado en la universidad Católica, donde estudia Ingeniería de Sistemas. La noche del lunes anterior, mientras chateaba con su enamorada (carita feliz) sobre cómo le había ido en el día (se quejaba de que su papá había llegado súper mal genio a la casa), comentó que “a veces te encuentras en el chat con personas que ni te imaginas, como homosexuales que te acosan o gente grosera”. Esa es una de las desventajas de conectarse a sitios de chat masivos, como el Mirc o Latinchat. Aunque de esa manera también conoció a un buen pana de México que comparte su afición por la música (por algo el nickname de Daniel es Guitarman119), y con quien intercambia partituras y letras de canciones a través del e-mail.
Él visita el cibercafé tres veces por semana. Tamara Domínguez, alumna del colegio Guayaquil de 16 años, vive esta situación, por eso el sábado anterior la encontramos investigando sobre Cibernética y Robótica en el Centro de Cómputo de la Fundación Gabriel Vilaseca Soler, al sur de la ciudad. “En el futuro, la tecnología se encargará de muchos trabajos que hoy realiza el hombre, y sucederá casi sin darnos cuenta”, comenta.
Los cibercafés permiten acceso al mayor banco de información en el planeta: la Internet.