Desde el mismo instante en el que los invitados pisaron la plaza, surgieron los recuerdos y las añoranzas. Aquellos que recordaban claramente el interior del Teatro Sucre, hablaban de los tiempos de esplendor mientras dos bandas populares ejecutaban, en un mano a mano, tradicionales tonadas del repertorio nacional.

El trabajo de rehabilitación del Teatro, que permaneció cerrado por una década, fascinó a quienes el lunes en la noche asistieron a la primera de las presentaciones de Rigoletto, la famosa ópera del compositor italiano Giuseppe Verdi (siglo XIX).

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Hasta el edificio El Gran Pasaje sobre la calle Guayaquil (diagonal al Teatro) y su estilo discordante de los años 70 han dejado de desentonar tanto, comentaban algunos.

Los trajes largos y oscuros, las pieles, las corbatas, los fuertes perfumes y los elegantes abrigos contrastaban con los disfraces de un grupo de jóvenes que se paseaban por toda la plaza representando la fiesta, el carnaval, la vida y la muerte.

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Las puertas del Teatro se abrieron pocos minutos antes de las 20h00. Sobria, una voz femenina enumeró –a través de los parlantes– las normas que desde ese momento se aplicarían en el Teatro: no se puede fumar en su interior, los niños ingresan bajo la absoluta responsabilidad de sus padres, los teléfonos celulares deben apagarse y nadie puede entrar cuando el espectáculo haya iniciado. Los presentes parecieron aceptarlas.

Solo entonces, las luces se apagaron, y Rigoletto, el bufón maldito a quien el dolor le quitó la capacidad del llanto, apareció en una impecable escenografía con toda la fuerza de la voz del uruguayo Juan Carlos Valts, miembro del elenco del Teatro alla Scala de Milán, a cargo del vestuario y los papeles protagónicos.

Al burlarse del conde Monterone, en el ducado de Mantua, Rigoletto provocó su furia y recibió una maldición. Desde ese momento, el espíritu del bufón vive angustiado, a la espera de que tal condenación, inevitable, se cumpla.

Es el duque de Mantua, personaje interpretado por el tenor Barry Anderson, el instrumento para ejecutar el anatema. Su zalamería amorosa enreda a la hija de Rigoletto –en la poderosa voz de la soprano italiana Sabina Macculi–, quien enamorada ofrece su vida a cambio de la del duque en una emboscada planificada por su propio padre.

Venganza, maldición, amor desesperado, frivolidad... las pasiones se podían casi palpar en la tonalidad de la voz de cada personaje y en sus movimientos sobre el escenario. La Orquesta Sinfónica Nacional del Ecuador, dirigida esta vez por Pietro Mianiti, se acopló con perfección al dramatismo de la obra, la alimentó, la llevó a su cima.

El resultado: un público cautivo que aplaudía casi en cada pausa sin importar si la escena aún no concluía y el Teatro que había despertado de un largo sueño.

ESCENA
HISTORIA
La ópera de Verdi, basada en la obra El rey se divierte de Víctor Hugo, se estrenó por primera vez en el Teatro La Fenice de Venecia, en marzo de 1851. En América Latina, en Buenos Aires.

FUNCIÓN
En la presentación en Quito participaron el Teatro alla Scala de Milán, la Fundación Teatro Nacional Sucre y la Asociación Prolírica del Perú. También colaboraron el coro mixto Ciudad de Quito, el coro Pichincha y el Ballet Ecuatoriano de Cámara.

TEXTOS
Los organizadores tradujeron los textos centrales de la ópera, escrita originalmente en italiano, y los proyectaron sobre una pantalla colocada sobre el escenario.

ESCENAS
Rigoletto tiene cuatro escenas. Cada una de ellas con distinta escenografía. La Asociación Prolírica del Perú invitó a Franco Vacchi, parte del grupo de directores del Teatro alla Scala de Milán para la puesta en escena.