El Concorde regresó ayer a casa en su último vuelo desde Nueva York hasta Londres, y fue recibido por millares de entusiastas de la aviación que lloraban el fin de la era supersónica comercial.
El rutilante símbolo de elegancia del jet-set aterrizó en el aeropuerto Heathrow tras cruzar el Atlántico a dos veces la velocidad del sonido.
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En un retorno cuidadosamente programado, el Concorde que partió de Nueva York fue acompañado en el tramo final por otros dos concordes que regresaban de vuelos cortos conmemorativos.
Tras descender desde el borde del espacio en el que había volado más rápido que una bala, el jet de nariz puntiaguda tuvo una bienvenida de héroe por británicos henchidos de patriotismo, quienes salieron a mirar por última vez al símbolo de una época ya clásica de diseño y tecnología.
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“Todos estamos increíblemente orgullosos de este avión y de nuestro país, porque entre nosotros y Francia construimos esta hermosa cosa”, dijo el piloto del Concorde Peter Benn.
Los vuelos del Concorde, que se iniciaron hace 27 años, bajaron en el 2000 por la caída de uno de estos aparatos.