Juan Pablo II entregó el documento, que hace el número 14 de las exhortaciones escritas por Papa Wojtyla, y se puede considerar cono una moderna "regla pastoral" que el pontífice entrega a los 4.695 obispos de la Iglesia Católica.
"Pastores Gregis" trata del obispo como anunciador de esperanza, de las bases del ministerio episcopal, de la dimensión colegial del episcopado, de la espiritualidad y la formación permanente del obispo, de sus funciones de enseñar, santificar y gobernar y de los desafíos actuales que tienen que afrontar los prelados.
El obispo, afirma el Papa en el documento, está llamado a "anunciar a Jesús al mundo" en nombre de una Iglesia experta en humanidad.
"El prelado debe desenmascarar las falsas antropologías y discernir y proclamar la verdad. Tiene que ser operador de justicia y de paz y debe promover el diálogo entre las religiones", señala.
Ante la globalización, el obispo debe saber tomar sus aspectos positivos y promover una "globalización de la caridad", basada en la dignidad de la persona, la solidaridad y la subsidiariedad.
Esto requiere que el obispo tenga preferencia por los pobres y los más desheredados de la tierra, dice la exhortación.
Asimismo, el obispo del tercer milenio tiene que ser cuidadoso con las cuestiones ecológicas para salvaguardar lo creado por Dios y las reservas de la tierra, pide el Papa.
El obispo está llamado a vivir la santidad y a mantener un estilo de vida, pobre y humilde, imitando a Cristo, precisó el Papa en el documento, en el que recordó sus deberes de obediencia, pobreza y castidad.
El prelado, se lee en el texto, tiene que dar ejemplo de vida, tiene que ser paciente, comprensivo, compasivo e indulgente y tiene que saber perdonar.
La exhortación trata también la colegialidad del episcopado, afirmando que la Iglesia no puede ser entendida como una federación de iglesias locales, que la concepción individualista "está superada" y que el obispo no está nunca solo porque siempre está en comunión con los otros obispos y con el Papa.
El Papa firmó hoy el documento en el Aula Pablo VI del Vaticano ante unas nueve mil personas, 150 cardenales y centenares de obispos y sacerdotes.
La firmó con un bolígrafo normal y bajo la mirada de los cardenales Jan Pieter Schotte, secretario general del Sínodo de Obispos; Giovanni Battista Re, prefecto de la congregación para los obispos; y de los arzobispos Bernard Agré (de Abiyán), Ivan Dias (Bombay), Edward Egan (Nueva York) y Jorge Mario Bergoglio (de Buenos Aires).
El Sínodo de Obispos concluyó el 26 de octubre de 2001 con una dura condena del terrorismo, con la exigencia de que se cambie el orden moral en el mundo, con la defensa de los pobres, inmigrantes y refugiados y con un llamamiento a los gobernantes de los países ricos para que perdonen la deuda externa de los pobres.
Así lo resaltaron los 247 obispos asistentes en el "mensaje final" de esa asamblea, que estuvo marcada por los atentados terroristas contra EE.UU. (el derribo de las Torres Gemelas) y la guerra en Afganistán.
Los obispos hicieron también un llamamiento en favor de la paz en Oriente Medio, abogando por que judíos, musulmanes y cristianos puedan vivir juntos en paz, con todos sus derechos reconocidos.
Subrayaron que Jerusalén, la ciudad santa, tiene que ser para todos los pueblos de la tierra "un símbolo inagotable de paz y de esperanza".
Los padres sinodales resaltaron al mismo tiempo los "dramas colectivos" del mundo, señalando que el 80 por ciento de la población del planeta dispone del 20 por ciento de sus recursos y que 1.200 millones de personas viven con menos de un dólar por día.
Por ello, exigieron "un cambio del orden moral", subrayando que la doctrina social de la Iglesia asume en estos momentos una gran importancia y que ellos están dispuestos a que se conozca mejor.
"Ante la desesperación de pueblos enteros, ante el hambre y la pobreza extrema, no podemos callar", afirmaron los obispos, que expresaron su solidaridad con las grandes masas de inmigrantes y de refugiados que, debido a las guerras y a la opresión política o económica, tienen que abandonar sus tierras.
En la lista de dramas que padece el mundo incluyeron los desastres de la malaria, el aumento del sida, el analfabetismo, la trata de blancas, la pornografía, la intolerancia, el tráfico de drogas, el comercio de armas y el "uso inaceptable de la religión con objetivos violentos".
Asimismo volvieron a expresar su "no" al aborto y a la eutanasia y su "sí" a la vida y a la familia basada en el matrimonio.