A los 19 años, para Julio Iglesias todo parecía acabado: una parálisis temporal en las piernas a causa de un accidente de tránsito, desvaneció su carrera como guardameta del Real Madrid. Sin embargo, 40 años después, está visto que consiguió llenar estadios, después de todo. No como futbolista, pero sí como el más universal de los cantantes españoles, con alrededor de 80 discos en varios idiomas y 250 millones de copias vendidas en todo el mundo.

Lo admite sin modestia: “Soy el mejor cantante de mi generación y de mi lengua en el mundo, sin lugar a dudas”.

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Aunque Iglesias, nacido en Madrid el 23 de septiembre de 1943, sabe también que eso no siempre fue así. Desde que empezara a tocar la guitarra para pasar el tiempo en el hospital, ha tenido que trabajar mucho en su voz. Cuando le preguntaron a Stevie Wonder si querría grabar con él, su respuesta fue: “Que aprenda primero a cantar”.

Y aprendió. Pudo codearse con Frank Sinatra o Sting, y el dueto con Stevie Wonder tampoco se hizo esperar, a más de los que grabó con Willie Nelson, Dolly Parton, Diana Ross, Paul Anka o Pedro Vargas.

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Hoy lleva 35 años paseando su eterno bronceado por los escenarios del mundo. En los conciertos, sus admiradoras ya no lanzan sus sujetadores a la tarima tanto como lo hacían antaño. Y los recintos donde actúa se volvieron más pequeños.

Entre sus innumerables éxitos figuran además Un canto a Galicia, Manuela, Abrázame, Hey o De niña a mujer. Con el tema que puede considerarse el pilar de su carrera, la composición propia La vida sigue igual, Iglesias ganó en 1968 el Festival de la Canción de Benidorm, que terminaría por lanzarlo a la fama y convertirlo en el solista que más discos vendió en el planeta, mereciéndole el Premio Diamante del Libro Guinness de los Récords.

La fortuna amasada por Iglesias en todo este tiempo le permite darse lujos como el de traer en avión desde España a su residencia en Miami las naranjas para el desayuno. “Yo hago dinero pensando, no cantando”, dice.
“Las grandes sumas se ganan sentado”. Sus contratos los redacta él mismo, desde el año 2001 incluso avalado por el título de abogado que obtuvo en la Universidad Complutense de Madrid al aprobar la materia de Derecho que le quedó pendiente en su vida.

No piensa en retirarse. Admite que la profesión durante mucho tiempo fue siempre lo primero y que la familia venía después. El precio que ha tenido que pagar es alto. Su matrimonio con la filipina Isabel Preysler fracasó, y su padre fue secuestrado por terroristas de ETA en 1981.

Tras 19 días de cautiverio fue liberado, supuestamente después de pagar un rescate millonario. En la actualidad, Iglesias está dedicando más tiempo a su vida privada y a su compañera sentimental, la holandesa Miranda Rijnsburger, con la que tiene cuatro hijos.

En el escenario su principal competidor es su hijo Enrique. La prensa insiste en que hay una “guerra de los Iglesias” y que el padre no ha digerido el éxito de su heredero. Ellos niegan hasta hoy cualquier rivalidad.