De aquellos años, a finales de la década de 1970, solo queda el recuerdo matizado por la anécdota, cuando Marciano Cantero destrozó un árbol de navidad de plástico para utilizarlo como pedestal de platillo en la batería de Daniel Piccolo, en los primeros ensayos de Enanitos Verdes.

Ahora que visitan Ecuador, en su quinta megagira, con dos nominaciones para los Grammy, con doce álbumes, miles de discos vendidos, y pasados de 40 años, los Enanitos Verdes mantienen al rock como la piedra angular de su vocación.

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Los mendocinos actuarán mañana en el Teatro Nacional de la Casa de la Cultura de Quito (las entradas cuestan entre $ 40 y $ 10), y este sábado en Ibarra, en el coliseo Luis Leoro Franco.

Los Enanitos Verdes sobrevivieron a un cisma que llegó en 1989, cuando se separaron tras haber conseguido algunos éxitos, como Guitarras blanca, Por el resto y El extraño del pelo largo. Pero luego reaparecieron con fuerza con Lamento boliviano del álbum Big bang, editado en 1994.

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Ahora presentan el disco Amores lejanos, luego de casi tres años de silencio desde su último CD, Néctar. Y siguen tan fervientes como en las primeras grabaciones.