"Manuel Asitimbay prometió al menor de sus hijos, ese 11 de septiembre, ir a recogerlo a la escuela, tras el primer día de clases. Nunca llegó a la cita."

La familia Asitimbay-Mejía está estrenando casa. Del pequeño departamento que ocupaban en la calle 50 del condado de Brooklyn, en Nueva York, se cambian ahora a uno más grande, recién remodelado, en la calle 48.

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Allí, los cuatro hijos de Manuel Asitimbay, de 30 años, nacido en La Troncal, provincia del Cañar, tendrán dormitorios más amplios. Comodidad que, ni remotamente, suple la falta del padre, que murió en el atentado a las Torres Gemelas, el 11 de septiembre del año 2001.

Carmen Asitimbay, su viuda, recuerda con dolor una promesa que él no pudo cumplir ese día.

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“Salió más temprano de lo acostumbrado. No tenía que ir porque estaba en vacaciones, pero la noche anterior lo llamaron para un trabajo especial para 500 personas, en el Windows of the World. Él era cocinero, especializado en ensaladas, pero hacía de todo”, relata.

“Debía llegar a las cinco de la mañana, pero ese día fue más temprano porque quería desocuparse y estar con su último hijo en la escuela. Era el primer día del niño en la escuela y había prometido estar a las 10h30 allí para retirarlo. Nunca llegó”.

Manuel Asitimbay era albañil en su natal La Troncal, en el límite entre las provincias del Guayas y de Cañar. Emigró a los Estados Unidos la década anterior, y fue por gestiones de Leonel Morocho que llegó a trabajar al restaurante del piso 106 de las Torres Gemelas. “Amaba este país”, recuerda la esposa.

Pero estos dos años de su ausencia han sido amargos, dice Carmen Asitimbay, aunque admite que con las ayudas que recibe, ha podido trabajar solo parcialmente y dedicarse más a los niños. “La felicidad es lo básico de la familia, pero no la tengo, hasta  el sabor de la comida es amargo cuando nos sentamos a la mesa a comer... no hay felicidad”, se lamenta.

En su caso, la muerte del esposo está confirmada. “Me dieron partes de su cuerpo, luego de nueve meses y a pesar de eso a veces me hago ilusiones de que él aparezca. Nos hicieron pruebas de ADN a mis hijos y a mí y dijeron que todo daba positivo”.

Y pese a lo dramático de su caso, lamenta no poder haber legalizado plenamente su estadía en este país, lo que le ha impedido gozar de todos los beneficios que tienen los familiares de víctimas del 11 de septiembre. Reconoce, sin embargo, que con visas especiales pudo traer a Nueva York a los dos hijos mayores, gemelos, que permanecían en el Cañar.

¿Y el futuro? “Yo sigo luchando por mis hijos, quiero que mis hijo sigan adelante, quiero que mis hijos sean alguien en esta vida... ese era el sueño de su papá”.