La fuga de los 21 presos motivó una polémica que terminó con el retiro de la colonia penal, en 1959.
Al hacerse a la mar junto a 20 reos y cuatro tripulantes, el líder de la revuelta en la colonia penal de la isla Isabela, Gerardo Medina Estupiñán, Patecuco, hizo una advertencia a Jacinto Gordillo, sacerdote de la zona y protector de pobladores y policías cautivos:
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- No quiero que comuniquen esto a nadie. Llevo a cuatro de ustedes como rehenes. En el momento en que vea que nos persiguen los eliminaremos uno a uno y luego pelearemos hasta morir.
- Tranquilo, vayan con Dios- replicó el cura.
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Las lanchas Ecuador y Teresita tardaron en navegar por el fuerte oleaje. La madrugada del 12 de febrero de 1958, día del aniversario de la posesión de las islas Galápagos por parte de Ecuador, las naves dejaron definitivamente Puerto Villamil. Los marineros de Isabela, Arnaldo y Rafael Tupiza, Nelson Gil y Francisco Jaramillo, iban como tripulantes.
- ¡Somos libres, libres!- gritaban a cada momento aquellos hombres que tenían pistolas al cinto y cargaban rifles.
Cada uno tenía una historia de sangre o eran temidos ladrones. El cabecilla recibió sentencia en 1953, cinco años por robo. Con él iban rumbo a la libertad, José Castro Muñoz, quiteño, autor de un doble crimen en una sastrería y la violación a un recluso, con sentencia a 8 años de encierro; Medardo Plaza, prontuariado por ratero, oriundo de Balzar; Germán Rodríguez Espinoza, Perra Negra, quien retó el liderazgo de Patecuco.
Constaban también los ladrones Gilberto Villacís Vera, Chico de Guayaquil, Diómedes Fuentes, de Bahía de Caráquez; Adolfo Moncada, de Catarama; Galo Cruz Gonzabay y Santiago Ford Saltos, de Guayaquil. Además, Gonzalo Quiñónez Estacio, José Sarcos Alvear, Jaime González, Dionisio Pajita Zavala; Segundo Quinteros Granja, Gerardo Pontón Torres, Marcos Hidalgo Zambrano, José Regalado Loyola, Jorge Coello Peñafiel, Anacleto Solórzano Chávez, Carlos Verlandi Paredes y Cicenio Villamar León.
Isabela, la más grande isla de Galápagos, tiene la forma de un caballo de mar, con la cabeza hacia el norte y asentado sobre una roca. Puerto Villamil, el único centro poblado está en el sureste. Era lógico, entonces, que los buscadores de libertad naveguen al este, hacia el continente. No fue así. Fueron al oeste y decidieron costear Isabela, para hallar barcos de más capacidad.
A las 04h00 del 13 de febrero, Víctor López y tres ayudantes dormían en Punta Moreno, al suroeste de Isabela, después de una tarea de pesca en el barco Viking.
- López, no te resistas, desde este rato el barco es nuestro y tú te vas con nosotros. Somos los penados de Isabela -mencionó una voz desconocida.
- Claro, claro. Haré lo que ustedes digan, solo dejemos mi carga de bacalao en la playa -respondió López, quien hoy posee una ferretería en Puerto Ayora, isla Santa Cruz.
Patecuco dio la orden que el bote Ecuador retorne a Villamil, con sus dos tripulantes y los dos pescadores del Viking. Al llegar al istmo que separa a Isabela y Fernandina, el Viking costeó la segunda isla y el Teresita, Isabela. Se reencontraron al mediodía y a las 15h00 avistaron, frente a Caleta Tagus, una gran nave.
- ¡Ahí está nuestra salvación! -dijeron en coro.
Estaban cerca. El jefe de los fugitivos daba sus últimas órdenes. Los latidos eran como una tromba que impulsaba mucho más los botes. Pero de pronto:
- No hagan nada - señaló Patecuco. Todos se quedaron congelados al ver las siglas Military Academy California. En cubierta estaban cientos de uniformados. Era un crucero norteamericano de instrucción. Cambio de rumbo.
Este antecedente les hizo dudar en cabo Napeán, isla Santiago, al divisar otra embarcación, a las 03h00 del 15 de febrero. Después de dubitar, los sublevados decidieron atacar. No fue tarea difícil, pues la oscuridad les permitió rodear la nave y ver el nombre: Yate Valinda, de Estados Unidos.
En la lujosa nave descansaban el propietario, William Rhodes Hervey; su esposa, Mildred; y los tripulantes Richard Di Maio, Wilfred Easterbrook, William Mckay y Balbino Ninal. No hubo resistencia ni tiempo para comunicar por radio la novedad.
- No ser problema. Nosotros llevarlos pero, por favor, no nos hagan daño. A dónde querer ir -señaló Di Maio, el capitán del yate y el único que hablaba español.
- A Manta, gritó Patecuco.
En Napeán quedaron los botes Teresita y Viking y tripulantes, a excepción de Víctor López y Arnaldo Tupiza.
La mañana del 16 de febrero, los convictos le indicaron al capitán Di Maio que mejor era ir a Esmeraldas. En el Valinda, miss Mildred veía cómo algunos de ellos lucían las ropas de los marineros, uno fumaba con su pipa roja y lucía la gorra de Yachting de su esposo. Al anochecer, encontraron el depósito de licores y se armó la fiesta y el problema.
Todos vociferaban y se retaban a duelo. Parecía que comenzaba una batalla y peligraba la integridad de los rehenes. Di Maio y el jefe de los reos calmaron los ánimos y arrojaron el licor al mar.
A las 16h30 del 17 de febrero de 1958, los convictos se repartieron la ropa, cortinas, dólares y otras prendas de valor y dos horas después, los abrazos y felicitaciones eran generales. El barco estaba frente a Punta Galera, Esmeraldas. López y Tupiza se escondieron en el cuarto de máquinas.
El desembarco de los 21 reos de Isabela, que se rebelaron nueve días atrás, fue fácil, pues la zona era ruta de los contrabandistas.
El Valinda tomó rumbo a Panamá y su capitán informaba, por radio, el suceso a las autoridades panameñas y estas a las de Ecuador. El 18 de febrero, en Atacames, los fugitivos vendían whisky, ropa y dólares a precios bajos.
La llegada del Valinda a Panamá, el día 20, fue un acontecimiento mundial. Los norteamericanos y dos galapagueños eran héroes. La agencia UP (United Press) señaló que la fuga se dio de “una prisión tipo isla del Diablo”.
EL UNIVERSO dio un gran despliegue, que para el día 23 de febrero tenía el ingrediente de la captura de una decena de reos. Con el paso de los días, al menos 18 fueron recapturados, uno murió. También cayó preso el ciudadano Julio Bustos, de Atacames, por haber comprado la maleta que pertenecía a Hervey, en 60 sucres.
El senador por Galápagos, Manuel Pareja, inició las gestiones para suprimir la colonia penal, que se concretó un año después con un decreto del presidente Camilo Ponce Enríquez. De nada sirvió la afirmación que el ministro de Defensa, Alfonso Calderón, hizo el 24 de febrero: “La paz ha vuelto a la colonia penal, donde están 66 reos”.