“Nací aquí hace 64 años en una casa de madera rodeada de grandes árboles. La mayoría de la gente que habitaba en el cerro Santa Ana era de escasos recursos y buscó la manera de levantar una pequeña casa  para poder vivir.

“Algunas familias se dedicaron  a criar chivos, patos, puercos para matarlos y luego venderlos al camal. Esa era una manera de obtener ingresos.

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“Mi mamá quedó viuda al poco tiempo que yo nací, entonces empezó  a enseñar  a leer y escribir a los niños del sector. La imagen que ahora tiene el cerro es totalmente diferente a lo que antes era, pues nadie le daba mantenimiento.

“La gente no quería visitar el cerro porque lo consideraban zona roja, ya que algunos individuos fumaban droga y cuando robaban se escondían en la parte alta del cerro, incluso los policías temían acercarse.

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“Tuvimos diversas necesidades, la delincuencia era grave problema al igual que el mal sistema de canalización, que se inundaba cuando llovía y parte del cerro se venía abajo.

“Pero desde hace tres años, a pesar de la incredulidad de la gente, el barrio cambió. Empezamos a recibir charlas por parte de los trabajadores de la  Cámara de Comercio, quienes nos capacitaron para poner negocios de comidas en vista de la regeneración que iba  a tener el cerro.

“Luego el Municipio atendió nuestras necesidades, primero pintó las fachadas de las casas con colores fuertes, mientras que el centro y otros sectores de la urbe utilizaron tonos bajos.

“La tonalidad era precisamente para llamar la atención de los turistas nacionales y extranjeros que ahora visitan los diferentes atractivos del cerro tales como el faro, las galerías, los restaurantes, cafeterías y artesanías.

“La entrada del cerro tenía una escalera angosta y dañada que fue cambiada  por una escalinata amplia, adornada en su parte central con  lámparas y flores de diferentes colores.

“Ahora solo falta que el Municipio arregle el lado oeste, puesto que ahí las viviendas aún se mantienen sin pintar y no cuentan con la seguridad respectiva.
“La modernidad que ahora proyecta el cerro contrasta con lo rústico que fue antes, es decir, por sus casas grandes y altas y por la insalubridad que la gente tenía de echar sus necesidades al cerro. Tan solo esperamos que el Municipio cumpla con el arreglo total del barrio, que nos indicaron que iba a ser en cuatro años.