Los cachos, los chistes, las parodias son una forma de antipoder porque se ríen del poder constituido y de quienes lo detentan. Pero no se trata del chiste por el chiste; por el contrario, son una forma de reivindicación social o de venganza pública ante determinadas situaciones o personajes.

Llega un borrachito a la Plaza Grande y habla con los guardias del palacio presidencial:
 –Apártense, voy a pasar... quiero ser el nuevo presidente del Ecuador carajo, ¡hic!

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 –¡Qué!, ¿eres tonto?, ¿estás loco?, ¿eres retrasado mental?...

-¡Ah, no!, qué va, mejor no, no sabía que pedían tantos requisitos, ¡hip!

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La lista sigue. Este es uno de los tantos cachos que el humor popular ha echado a rodar y que varían según las circunstancias, las características, estilo y actitudes de quienes detenten el poder.

¿Es el humor popular una forma de protesta? ¿Da la oportunidad de desquitarse de los políticos y de las situaciones creadas por ellos?

Sí. El hombre común, el de la esquina, sabe retribuir mejor que nadie las afrentas que recibe cotidianamente por parte del poder. Y para ello apela a la mejor arma que tiene en su delante, que es la de la burla. ¿Y si no qué son los monigotes que quema al fin del año? ¿Qué, los testamentos que escribe? ¿Qué, los cachos que inventa? ¿Qué, los apodos que pone a los mandamás de turno?, responde Francisco el Pájaro Febres Cordero, articulista de EL UNIVERSO, quien ya perdió la cuenta desde cuándo empezó a escribir con humor y se permitió así, que las palabras brotaran más de las vísceras que de la sesera, más del instinto que de la inteligencia.

El cacho, el chiste, la parodia, la caricatura son el antipoder porque se convierten en una forma de reírse del poder constituido y la cultura popular se reivindica a sí misma, señala el semiólogo Pepe Lasso, quien agrega, ¡claro! que mortifican porque es como una vindicta social que va contra todo ese mito del poder de tomarse en serio.

Ese sentimiento social también encuentra canales de expresión a través de los expertos en el humor político.

“El humor tiene muchas posibilidades, una de ellas es expresar una percepción social latente y al mismo tiempo puede volver visibles ciertos aspectos que no necesariamente la gente había percibido”, dice Javier Bonilla (Bonil), caricaturista editorial de EL UNIVERSO, con 18 años de labor en medios impresos.

Con el humor en general, se pueden lograr tantas sensaciones, reflexiona Bonil, puede ser a veces una recreación, otras una venganza pública, o una victoria imaginaria sobre un personaje; puede ser la socialización de un triunfo imaginario sobre determinada situación, de un político, de un banquero corrupto, que el humor logra ridiculizar.

Más que la exageración de rasgos de una persona o de un acontecimiento, el humor de la caricatura, que es un género irreverente, trata de llegar al alma del asunto y en determinado momento eso se vuelve un arma contundente, indica Pancho Cajas, caricaturista editorial de diario El Comercio, con 25 años de experiencia en el humor político.

Es que el humor puede tener muchos filones, a veces puede ser un comentario irónico o la constatación de una contradicción.

A las tantas y sucesivas mentiras, a las poses grandilocuentes, a las promesas falaces, el humorista responde con la ironía, con el sarcasmo, todas ellas armas que laceran, que estigmatizan, que marcan, expresa el Pájaro Febres Cordero.

En el humorismo político no existe el chiste por el chiste, al contrario, añade, es la desazón, la angustia, la desesperanza que se expresa de una manera diferente y que quizás, por eso mismo, permite decir cosas muy duras, pero revestidas de un ropaje desenfadado y multicolor, como aquel que usaba el arlequín en la Comedia del Arte.

Es que, como dice Pancho Cajas, nosotros también somos ciudadanos sujetos a todos los problemas y palpamos las mismas situaciones que el 89% de la población y eso no solo nos hace gente de opinión, sino sufridores y, si lo que hacemos coincide con lo que piensa mucha gente, pues es muy grato que te desquites de alguna manera.

Es que todos los recursos que tiene el humor, anota Bonil, pueden recordarle a quienes tienen el poder, que finalmente no son más que ciudadanos de a pie y eso es bajarlos de la vanidad del poder.