También resultaría interesante hacer una investigación con mujeres y hombres que han vivido este tipo de relación, para escuchar sus motivaciones, ventajas, desventajas y significado que ha tenido esa experiencia en sus vidas.
Jenny es una joven de 32 años que duró más de dos años en una relación con un hombre casado. Ella nos cuenta:
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“Con él tuve mi primera relación sexual. Por mi falta de experiencia actué como una tonta, me alejé de mis amigos, dejé la universidad. Le soporté muchas cosas inaceptables para mí. Todavía no entiendo cómo pude caer tan bajo. Me queda el dolor de no sentirme amada ni de recibir nada a cambio de mi entrega, ni siquiera el placer sexual. Vivimos uno frente al otro. Ahora lo veo feliz y yo me siento destrozada. Pero lo que aprendí no lo cambio por nada”.
No podemos limitarnos a rechazar o apoyar este tipo de relación, hacernos de la vista gorda o justificarla. Creo que lo más saludable es ir más allá y ver el impacto de ella en su salud emocional y el bienestar de los involucrados y sus familias.
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Jenny, como la mayoría de las que se involucran con hombres casados, al final de la historia salió bastante averiada. Dice que aprendió la lección y espero sea cierto.
Sin embargo, hay algunos puntos que plantea en su carta que quiero comentar con el ánimo de ayudarla.
“Si yo pudiera me mudaría, pero mi situación económica no me lo permite, además de que no sabría justificar este paso ante las personas con quienes vivo. Por dentro me muero de dolor al verlo como si nada con su familia. Lo tranquilo que se ve cuando sale con su esposa e hijos. Me deprimo mucho y no quiera usted saber cómo me pongo cuando ellos están en el balcón y ella se le sienta en las piernas. Nunca he pensado rebajarme haciéndole un escándalo. Supongo que como dicen, Dios da el mal y la medicina”.
Aspectos por revisar
En este caso no estoy de acuerdo en que fue Dios quien mandó el mal, Jenny más bien lo escogió con su libre albedrío cuando decidió vivir una historia de amor con su vecino. El problema que hoy enfrenta no le llegó gratuitamente, no es producto de un karma, o de su mala suerte. Ella lo compró.
Se engaña a sí misma cuando dice que nunca se ha rebajado. Se rebajó cuando le permitió todas sus desconsideraciones.
Ahora se siente víctima de ese hombre, pero cuando se involucró con él no le importó vivir cerca de su esposa. No pensó en cómo se hubiese sentido ella si se hubiera enterado.
Jenny pide orientación acerca de qué actitud debe tomar cuando esté frente a él: “No sé qué hacer cuando nos vemos. ¿Cree usted que debo saludarlo? Si me muestro indiferente puedo despertar sospechas y si lo saludo como siempre, él puede pensar que quiero volver”. La decisión de ignorarlo o saludarlo me parece intrascendente. La energía de esta mujer debe estar dirigida a curar sus heridas emocionales, a liberarse del dolor y la rabia que ahora le provoca verlo compartir con su esposa e ignorarla a ella.
Entonces...
Lo ideal sería que ella pudiera mudarse, porque estar expuesta con frecuencia al paisaje que hay frente a su residencia, no la va a ayudar en su proceso de recuperación.
Igualmente sería conveniente que Jenny retome sus estudios y mejore en su carrera.
En estos casos ayuda mucho visitar a un profesional de la conducta que ayude a trazar una estrategia para salir lo menos dañada posible. Un buen psicólogo la ayudaría a ver su zona ciega y hacer los aprendizajes para crecer. Recordemos que aquel que no aprende de su historia, está condenado a repetirla.
Si hace su aprendizaje, en una próxima ocasión pensaría más en las consecuencias de sus acciones y así tendría más conciencia de que sus problemas no le caen del cielo y se responsabilizaría de su vida.
También le ayudaría mucho cultivar su vida espiritual, esto le dará la fuerza interior que necesita para superar esta experiencia y al mismo tiempo le ofrecerá un bálsamo que alivie el sufrimiento que está teniendo.