Entre recibir la canasta de “multiproductos” para la buena ama de casa de manos de afanosas mujeres de toda generación, hasta disfrutar emocionada del espectáculo del stripper (bailarín) de torso musculoso, sensuales movimientos e hilo dental de leopardo, hay muchas formas de que una guayaquileña diga adiós a su soltería.
Cuestión de preferencias, en las despedidas “zanahorias” (sanas) las tías, las abuelitas y alguna amiga comedida arman una coqueta canasta con un mazo, una tabla de picar, una Biblia, un libro de cocina, un costurerito (para zurcir medias o pegar botones) y un botiquín simbólico (cápsulas de paciencia, jarabe contra el enojo), que representan la devoción por las tareas domésticas que a toda buena esposa debe caracterizar. En esas despedidas la decoración recuerda a un cumpleaños pero con velos, anillos y palomitas en lugar de payasos y velas; la torta generalmente tiene los nombres o apodos cariñosos (“chinita, gordito”) de los novios enlazados en un corazón; nada o muy poco alcohol, pero bastantes consejos de amas de casa con la sabiduría que dan los años de ejercicio constante.
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Hay “otras” despedidas que parecen la ceremonia de culto fálico de alguna tribu. Falos y más falos. Pequeñitos y escondidos en una flor o gigantes, desproporcionados en un calzón de hule que usará la amiga que se disfrace del novio. Más que fiesta, ritual de adoración a las “partes nobles” del novio, el adiós a la soltería en este caso es delirantemente genital. De entrada, un prendedor, luego sorbetes, bocaditos, encendedores, chupetes, llaveros, plumas, labiales, platos, vasos, hasta la torta; todo recuerda a la novia con qué se tendrá que “enfrentar” en su noche de bodas. Condones como globos completan la decoración.
El juego de hacer el vestido de novia con servilletas y alfileres es clásico. Alguien anota lo que la futura esposa dice (“¡ay, despacio, no me lo claves!”), para luego leerlo como si fueran frases para el novio en la luna de miel. Otro es el del armador: si no pasa por todo el cuerpo de la homenajeada (que entre por la cabeza y salga por los pies) significa que su honor no llegará al altar tan blanco como su vestido.
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El juego de “ponerle la cola al burro” (sin cola y sin burro) es otro de los preferidos en las despedidas.
La amiga más diestra en acertar con la anatomía masculina se lleva normalmente un premio relacionado con la fiesta. Puede ser un pasaporte “de la república del amor” en el que el individuo que va a viajar está impresionantemente desnudo o se puede ganar también un pepino o guineo plástico que descubre identidades secretas al quitarle la cubierta.
Paulina Briones nunca olvidará la despedida de soltería de Verónica Terán. Alguna de las amigas tuvo el acierto de contratar strippers extranjeros que entraron ostentando sus torsos de revista, su metro noventa de estatura y un antifaz “como el del Zorro”. El talento de los muchachos fue el de poder cargar a todas las mujeres de la fiesta sin importar edad o proporciones. “Hasta la abuelita estuvo de cabeza”. De cabeza también ponen a algunas invitadas los “pepos” de tequila, infaltables para desinhibir a la novia y a sus amigas, quienes terminan (con o sin stripper) bailando o recreando alocadamente la escena que tendrá lugar en la noche de bodas.
Tony, bailarín de 36 años, no trabaja por intuición, sino por verdadero oficio. Sus once años de ejercicio en divertir a las mujeres (solo mujeres) le sirven para separar arte de improvisación y de esa hay mucha. “Algunos strippers no cuidan su higiene, imagínese que alguien le baile cerquita y huela mal”. Mejor no imaginarlo. Tony usa “buen perfume” para realizar su acto que considera un espectáculo. Tiene una regla no negociable: sin contacto genital, porque tienen puesta muy poca ropa para “disimular la emoción”. Momentos incómodos sí ha pasado (agresiones físicas con uñas o dientes), pero tiene clientas que valoran el trabajo de bailar mientras se desnuda. ¿Que ciertas despedidas terminen en orgías o al menos en uno que otro “relajo”? Tony no cree que ese tipo de decadencia sea posible en nuestro medio. “Sí hay a veces chicas fuera de sí, pero es parte del trabajo controlarlas y controlarnos”.
Zanahoria o alocada, los rituales se respetan.
Nada de hombres (salvo el bailarín), la despedida de soltera es un ritual femenino, pero lleno de alusiones al sexo opuesto. ¿Cómo se despiden los hombres guayaquileños de la soltería? Ya lo averiguaremos.