Nació en Colombia.  Ejerció el periodismo en prensa y TV y es una autoridad en ética periodística.

Es un  experimentado periodista y un vehemente defensor de la ética, pero, sobre todo, un  derribador de mitos.

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Afirma que la prensa no es el cuarto poder del Estado, como se dice. Ese lugar lo ocupa, según él, la sociedad, que cada día requiere con más urgencia de una información honesta y que le sea útil.

Su casi medio siglo en el oficio periodístico y su capacidad reflexiva permitieron al colombiano Javier Darío Restrepo edificar  sus grandes certezas, que a sus 71 años constituyen también su filosofía de vida y su  fortuna. “La prensa es poderosa cuando no está con ningún poder. El  mayor capital de un medio de comunicación  no son los edificios ni su tecnología, sino la credibilidad que tenga entre el público”,  dijo el pasado jueves en la Fundación EL UNIVERSO, en una conferencia que organizaron esta institución y el concurso Símbolos de Libertad.

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La opinión que manifestó en público la reafirma en privado,  mientras degusta una corvina a la plancha y habla de periodismo, uno de los temas que más domina y le apasionan, con un pasillo como música de fondo y el murmullo de otras voces que  cuentan sus propias  vivencias. Restrepo está convencido de que la credibilidad de los medios de comunicación la hacen posible los seres humanos. “El poder del periodista está en su independencia, en la fuerza de su palabra y en el equilibrio”, reflexiona.

Cree que la libertad de prensa nadie la decreta ni la ahoga. Se construye en el interior de cada periodista. “La libertad no es informar lo que a uno le da la gana, sino lo que se debe informar”, recalca.

Y según él, se debe informar lo que le sirva a la sociedad. Se pronuncia por un periodismo útil y propositivo, que sea capaz no solo de contar lo que pasó, sino también de vislumbrar el futuro. Que muestre de qué manera un hecho puede influir en la sociedad.

Opina que aunque hay normas básicas inamovibles como la ética y la sensibilidad, cada país tiene un periodismo específico que responde a su realidad, porque la materia prima de este oficio es la historia que se hace cada 24 horas.

Por esa especificidad de la que habla, el periodismo de Colombia, por ejemplo, está influido por la violencia, porque tiene que contarla cotidianamente. Restrepo ensayó, en su época de reportero, la realización de crónicas razonadas de los hechos, género que explora antecedentes, contextos y proyecciones. “Tuve un buen recibo entre la teleaudiencia y la imagen que se me hizo en mi país fue debido al esfuerzo de hacer un periodismo interpretativo desde la televisión”, dice.

Catedrático, instructor de la Fundación para un Nuevo Periodismo Iberoamericano -que creó el Nobel de Literatura, Gabriel García Márquez-, en la que dirige el consultorio ético, y autor de libros, Restrepo ejerció el periodismo en prensa y en televisión y le tocó cubrir   conflictos en El Salvador, Nicaragua, Honduras, Guatemala, Beirut, Argentina y  otros países. “Por una razón muy extraña, siempre que sonaban tiros, al director del noticiario se le ocurría mi nombre”, comenta con una sonrisa. Como producto de esos trabajos surgió uno de sus libros, Testigo de seis guerras.

Mira con ojo crítico las coberturas que algunos medios, en especial las cadenas de televisión,  hacen del conflicto entre Estados Unidos e Iraq, el sesgo informativo que contienen y la poca sensibilidad que demuestran al exhibir imágenes.

Se lamenta de que las guerras se hayan convertido en el gran producto para vender, lo cual ha sucedido, según su criterio, por la transformación de los medios en grandes empresas, vinculadas a su vez con compañías dedicadas a otra clase de productos. Y de esa simbiosis sale perjudicado el periodismo, porque se borra la frontera que hay entre el negocio y la información.

Dice que otro de los casos en  que se han puesto en evidencia las debilidades de la prensa es frente a los recientes fusilamientos en Cuba, ya que unos, los que simpatizan con la izquierda, tratan de no referirse al tema o de atenuarlo, y los de derecha aparecen como defensores de los derechos humanos. Pero según Restrepo, ni uno ni otro analiza lo que realmente sucede. “Lo interesante es saber hasta qué punto esa violación a los derechos humanos constituye un peligro para el resto de la población o para cualquiera que tome una posición política”.

Las convicciones sobre la libertad, el poder y la condición humana estuvieron siempre en él, pero las ratificó, según confiesa, leyendo los ensayos de una de sus autoras favoritas, Hanna Arendt. También gusta de la literatura de Virginia Woolf (no ha visto el filme Las horas, pero lo tiene en lista de espera)  y de la de Gabriel García Márquez, aunque, dice, “es muy pegajoso y si uno se descuida termina escribiendo como él”.

Restrepo opina que un periodista ético es ante todo un buen ser humano, y que con esa base se puede comenzar a construir luego al buen profesional. Afirma que la gente se cansó de que solo la diviertan. Ahora busca otros ingredientes. “Cuando compra un periódico está comprando la posibilidad de encontrar propuestas”.

Según él, este es el periodismo que sobrevivirá, porque  un pueblo que está en crisis puede vivir sin pan, pero no sin esperanzas, y la tarea  y el reto del periodismo y de los periodistas, afirma, es dar esperanzas para superar las crisis.

“El periodismo tiene que servirle a la sociedad, porque cuando la gente compra un periódico está comprando la posibilidad de encontrar propuestas”, dice Restrepo.