“Tengo un excelente cuero en venta para aquellos que deseen hacer buenos zapatos”.
La frase es de uno de los personajes más intrigantes de comienzos del siglo pasado: George Ivanovitch Gurdjieff.
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¿Músico? ¿Psiquiatra? ¿Coreógrafo? Escritor de solo dos libros, Encuentros con hombres notables y Relatos de Belcebú a su nieto, es uno de los principales responsables de la introducción en Occidente de algunas de las principales técnicas orientales de autoconocimiento.
Fue uno de los precursores de la ecología y procuró divulgar algunas prácticas simples a través de las cuales el ser humano entraba en contacto con su inconsciente.
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Nacido en Alexandropol en 1866, pasó parte de su infancia en Kars, una ciudad próxima a la frontera entre Rusia y Turquía, donde fue profundamente influenciado por la tradición oral y por los rituales sufis. En 1912, durante los turbulentos años que precedieron a la revolución soviética, procura enseñar a un reducido número de discípulos los peligros de vivir siempre en una especie de estado hipnótico, donde obedecemos sin pensar y vivimos sin cuestionar nada.
Ignorando los largos sermones, Gurdjieff prefiere usar un tipo de danza que aprendió con sus derviches: sus estudiantes giran sin parar, al son de instrumentos de percusión, y terminan por entrar en una especie de trance donde, según él, “se comunican con una conciencia superior”. Pero al mismo tiempo en que estimula una cierta visión no convencional del mundo, Gurdjieff contrabalancea eso con un rígido proceso disciplinario, exigiendo que sus alumnos se levanten muy temprano, se dediquen a trabajos convencionales y hagan ejercicios físicos.
Cuando estalla la revolución comunista él parte hacia el exilio y establece su centro de estudios en Francia, en Fontainebleau-Avon. Poco a poco los intelectuales y la burguesía parisina comienzan a tomar conocimiento de su trabajo, y su Instituto para el Desarrollo del Hombre se pone de moda.
Pero ¿qué es lo que él enseña? En sus propias palabras “yo explico que cuando llueve, el suelo se queda mojado”. O sea, todo tiene una causa y una consecuencia, pero no son necesarias grandes especulaciones filosóficas para entender eso: basta con ser práctico y prestar atención a las propias actitudes.
Aun cuando insiste en la importancia de la disciplina en la vida cotidiana, Gurdjieff no desarrolla un método de trabajo que pueda ser usado por sus discípulos; considera que toda búsqueda interior tiene que ser creativa y que el maestro es apenas uno más en aprender mientras enseña. Por consiguiente, todo es motivo para descubrir algo nuevo: los conflictos en las clases, las personas nuevas que entran, los malos alumnos (que estimulan al profesor).
Cierta vez uno de estos malos alumnos provocó tanta oposición entre los otros estudiantes que estos consiguieron convencerlo para que no volviera más a las clases de danza. Gurdjieff notó su ausencia y cuando supo lo ocurrido fue hasta la casa del hombre y le ofreció dinero para volver a asistir a su instituto. “Sin ti, ellos no se dan cuenta de sus propios progresos”, le rogó.
Es en esta época que Gurdjieff lanza las bases de su Eneagrama, un sistema que sería posteriormente desarrollado por sus discípulos:
En líneas generales, todas las relaciones humanas –base de cualquier crecimiento interior– se desarrollan entre nueve tipos de personalidad: el reformista (perfeccionista, implacable), el ayudante (cariñoso, posesivo, manipulador), el guerrero (competitivo, narcisista, hostil), el artista (creativo, introvertido, depresivo), el pensador (analítico, excéntrico, paranoico), el fiel (cumplidor, dependiente, masoquista), el generalista (impulsivo, excesivo, maniaco), el líder (seguro, combativo, destructivo) y el conciliador (pacífico, pasivo, negligente).
Como podemos ver, cada uno de estos tipos posee cualidades positivas o negativas, dependiendo de como acepte su propia personalidad.
En 1940 los alemanes invaden Francia, pero Gurdjieff considera que su peregrinación ha concluido y decide no partir hacia un nuevo exilio. Muere en Neully, el día 29 de octubre de 1949, dejando atrás una vida llena de misterios y una colaboración muy importante –el Eneagrama– para la mejor comprensión entre los seres humanos.