Al mejor estilo de la llamada stand up comedy (comedia de pie) de los artistas norteamericanos (Jim Carrey, Whoopi Goldberg y Robin Williams empezaron así), Jaime Bayly, durante la hora y media que duró su monólogo No se lo digas a nadie, hizo un despliegue de la locuacidad y agilidad mental que caracterizan las entrevistas de su programa ‘La noche es virgen’.
El peruano confesó que mantener una inclinación sexual dudosa es muy rentable. “Esto es un negocio provechoso”, dijo para risas de un público diverso que abarrotó el pasado martes el salón del Hotel Sheraton, donde se realizó la cena-show. Fue un lleno completo. Las entradas se habían agotado en la mañana. Tantos fueron que se rumoraba que habría otro show para quienes se quedaron sin espacio. Hubo que improvisar sillas para sentar a quienes, sin importarles no tener la cena, rogaban por cualquier espacio para ver a Bayly.
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La fórmula que lo ha hecho convertir seis novelas en éxitos de venta y una película que, según sus propias palabras, en la taquilla peruana venció a Titanic (“la gente prefirió ver a dos hombres besarse que a un barco hundirse”), le está funcionando también en este acto que tiene mucho más de irreverente que de artístico.
No se lo digas a nadie es sobre la complicidad, sobre el secreto que se transforma en chisme. Bayly toma a la audiencia como compañera de tragos y de historias personales para contar su vida o sus ficciones. Al final, la única verdadera confesión fue que no sabe si todo lo que dijo ocurrió o se lo ha inventado.
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Hay que destacar, eso sí, que el manejo de lenguaje de Bayly es sorprendente y, en muchos momentos de su presentación, le evita caer en una vulgaridad insoportable. Rápido e inteligente en la elección de sinónimos, no da mucho tiempo al público para reparar en lo grueso de sus expresiones y en lo polémico del tema que aborda: su propia bisexualidad. Esta posición ambigua suya que, a ratos, transforma la gracia en cansancio.
No hay nada sagrado para Bayly. Ni la Iglesia Católica, ni sus padres, ni su esposa, ni su país, se escapan de las burlas del periodista y, ciertamente, sus elecciones sexuales son el elemento que ha escogido como distintivo de su imagen para crear polémica y, de paso, un montón de plata.
Al terminar el espectáculo las carcajadas se hicieron más difíciles y esporádicas. “Las risas están bajando de intensidad, parece que necesitan más trago”, bromeó el presentador.
Cuestión de sintonía, lo de Bayly es la mezcla de un buen trabajo publicitario, una agudeza verbal muy atractiva (y casi nunca vista en Ecuador), el odio-amor que genera en la audiencia y la gran X por despejar: “¿soy o no soy?”. Es o no es. Nunca lo dijo. Pero el público se quedó hasta el final para esperar la firma del peruano de un ejemplar (que estaba en venta fuera de la sala) de No se lo digas a nadie.