Ruth Tovar fue contundente, a las 12h00 del pasado miércoles: “Ya mismo comienza el ataque de Estados Unidos. Como ellos hacen lo que quieren, esta será la destrucción de Iraq y de algunos países vecinos, pero aún no llegará la tercera guerra mundial”. A las 21h45, las fuerzas estadounidenses y británicas iniciaban lo que ellos denominan la liberación del país asiático de la dictadura de Saddam Hussein.
Tovar, quien cursó la carrera de Economía hasta cuarto año, aclaró que su anuncio era solo una intuición; que no era bruja y peor descendiente de aquellos personajes que viven en la mente de los habitantes de Mira, las Voladoras, mujeres que –además de supuestamente volar– anunciaban los acontecimientos futuros, traían noticias por adelantado o persuadían a los hombres distraídos para robarles su alma, según la tradición oral.
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“A las mujeres de Mira nos dicen hechiceras y no es así. Lo que pasa es que tenemos desarrollado nuestro sexto sentido”, explicó Ruth, quien tiene otras experiencias.
Cuando estudiaba en la universidad, en Quito, un compañero le pidió que le adivinara su futuro: “Tomé su mano y le manifesté –por broma– algo que iba a suceder en su vida sentimental”. La predicción se cumplió y los interesados se multiplicaron. “Me dio miedo, porque todo lo que afirmaba de chiste, se volvía realidad. Entonces dejé de hacerlo”, mencionó.
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La mujer tiene 32 años y sigue soltera, pues “mi intuición me dice que aún está distante mi noviazgo”.
La intuición, hechicería o sexto sentido es la característica que las damas de Mira, cantón del sur de Carchi, parecen haber heredado de las Voladoras. Los relatos refieren que desde la era de la inquisición española (siglo XV) hasta mediados del siglo XX, estos personajes se constituyeron en protagonistas de variadas historias en esta zona.
La maestra mireña Rosa Cecilia Muñoz, en su libro Memorias de Mira, y otros historiadores narran sobre algunas de las andanzas de las Voladoras, tanto en el pueblo de estrechas calles empedradas y casas con techos de teja de barro, así como en los fértiles campos dedicados al cultivo de papas, maíz y pastizales. Hoy, la leyenda la conocen incluso los niños y no faltan personas que afirman haberlas visto en las noches de luna.
Las Voladoras de Mira eran las mismas mujeres del pueblo, algunas solteronas y otras casadas, que –a diferencia de las brujas de los cuentos infantiles– no utilizaban escobas para viajar por las alturas.
Se ponían un vestido blanco, largo y almidonado. En sus axilas se untaban un brebaje mágico cuya elaboración se hacía con una receta secreta. Luego se subían a los techos de las chozas, abrían los brazos y pronunciaban las palabras mágicas: “De villa en villa y de viga en viga, sin Dios ni Santa María”.
En su vuelo iban en busca de hombres que deambulaban por las oscuras calles o laboraban en el campo. Los varones tomaron precauciones y descubrieron los secretos para combatirlas. Las fórmulas eran: acostarse boca abajo, con los brazos en forma de cruz; ubicarse en esa posición, boca arriba; quitarse el sombrero y colocarlo hacia arriba, desprenderse del terno arrugado; clavar en el suelo una aguja con la punta hacia arriba, o rezar una oración.
Al hacer esto la voladora se precipitaba al piso. Los relatos mencionan también que quienes se burlaban de ellas se convertían en gallos o mulas.
El esposo de una voladora, que se enteró del secreto, se colocó el vestido blanco, frotó la pócima bajo sus brazos y se subió al techo de su vivienda. Tuvo mala suerte, pues en vez de la frase “de villa en villa y de viga en viga, sin Dios ni Santa María”, gritó “de villa en villa, de viga en viga, con Dios y Santa María”. Rodó hasta la calle y sus vecinos lo encontraron con magulladuras y su vestido maltrecho.
Un relato del investigador Juan Carlos Morales refiere que Juan José Mejía, el primer dentista de Carchi e Imbabura, justificó su ausencia por tres días, luego de acudir a una fiesta, con la siguiente explicación: “Estuve en Mira, amarrado a la pata de una cama, convertido en gallo y recién me escapo de las brujas”.
Decenas de estas historias se cuentan en la denominada Esquina del mentidero, ubicada en un extremo del parque central, diagonal al Municipio, donde todas las tardes se reúnen los jóvenes y ancianos. “Conversamos de todo, pero como no falta una mentirita se dice que aquí es el mentidero”, señaló Galo Hernán Cabezas, jefe político del cantón.
Las Voladoras prestaban también buen servicio. Se dice que había un triángulo entre las de Mira, Urququí y Pimampiro (las dos últimas de Imbabura), que permitía conocer los sucesos en el mismo instante en que ocurrían.
Así se superaba la falta de comunicación. A inicios de 1940, un equipo de pelota nacional de Mira se fue a jugar a Quito y perdió. La noticia la conocieron los mireños de los labios de una de las Voladoras del lugar, la misma tarde y no cuatro días después cuando retornaron los derrotados.
Por ellas se sabía a tiempo detalles de la revolución alfarista, las disoluciones del Congreso o la muerte de alguien.
Un estudio del investigador español José María Fericgla señala que las Voladoras de Mira eran brujas que huyeron de España para librarse de la hoguera a la que estaban condenadas por los inquisidores de la Edad Media.
La leyenda se transmite por generaciones y hoy en Mira, ciudad de 6.000 habitantes, no falta quien culpa que su vecina es una voladora. Ruth Tovar se ríe e insiste que nadie es hechicera, “solo es intuición”.