El actor Alberto Sordi, uno de los grandes del cine universal, que presentó en sus personajes los vicios y virtudes de los italianos en más de 160 filmes, murió a los 82 años de edad, dijo el martes su agente de prensa.
El actor murió de un ataque al corazón el lunes en la noche en su residencia de Roma, informó la agente Maria Rhule.
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Sordi nació en Roma, y algunas de las películas más exitosas del comediante tienen como escenario esta capital. Fue un actor de enorme versatilidad, que representó con la misma facilidad figuras cómicas y dramáticas.
Saltó a la fama en la película de Federico Fellini Lo Sceicco bianco (El jeque blanco), de 1952, donde interpretaba a un galán de fotonovelas que intentaba imitar a Rodolfo Valentino.
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Todavía los espectadores veteranos recuerdan su memorable corte de manga en I Vitelloni (Los Inútiles), de 1953, también dirigida por Fellini o la escena, también de esa película, donde Sordi recibe la noticia de que su hermana se ha escapado de su casa. El protagonista se larga a llorar, y en ese momento uno de sus amigos le ofrece un sandwich. Sin dejar de lagrimear y lamentar su suerte, Sordi levanta una de las rodajas de pan para observar si el contenido del sandwich es de su gusto.
Esa combinación de drama y humor, típica del neorrealismo italiano, está presente también en Un Borghese piccolo piccolo, (Un burgués pequeño, pequeño), de 1977, donde Sordi, la quintaesencia del empleado cumplidor, se hunde en la desesperación y se convierte en un homicida cuando su hijo es asesinado.
Además de participar en películas de los mejores directores italianos, Sordi también dirigió algunos filmes.
En una ocasión, durante una visita a Nueva York para asistir a un ciclo de filmes en su homenaje, Sordi dijo que toda su técnica humorística la había aprendido del famoso cómico norteamericano Stan Laurel, especialmente, el seguir con los ojos el desplazamiento de otra persona.
Sordi nos ayudó a comprender la Italia de la posguerra al tiempo que nos hacía sonreír, señaló el ministro de Cultura, Giuliano Urbani.
Hijo de una maestra de escuela y un músico, Sordi creció en un barrio obrero de la capital italiana. Estudió en la Academia de Artes Dramáticas de Milán, pero pronto fue excluido de ella por su fuerte acento romano, que más tarde sería justamente su distintivo como actor.
Su carrera cinematográfica comenzó a fines de la década de 1930, pero no en la pantalla, sino como la voz de Oliver Hardy en las versiones italianas de sus comedias.
De allí pasó a la radio y el teatro, pero sería el cine lo que le daría la fama internacional.
En una carrera que abarcó más de medio siglo, Sordi trabajó con algunos de los directores italianos más prominentes, entre ellos Vittorio de Sica, Mario Monicelli y Dino Risi, con estrellas como Vittorio Gassman, Vittorio de Sica y Mónica Vitti.
En 1957 trabajó en la producción hollywoodense A Farewell to Arms (Adiós a las armas), basada en la novel homónima de Ernest Hemingway.
En 1961 compartió honores estelares con David Niven en una comedia sobre el tema de la Segunda Guerra Mundial titulada I due nimici (Los dos enemigos).
Sordi también dirigió algunas películas, no siempre con la mejor suerte.
Pero sus mayores laureles los consiguió como actor, entre ellos el premio italiano David di Donatello y el León de Oro por trayectoria del Festival de Venecia en 1995.
Sordi nunca se casó ni tuvo hijos, y le sobrevive únicamente su hermana Amelia. Todavía no se han anunciado los arreglos para su funeral, dijo Rhule.