La semana pasada conté aquí cómo Sidarta, hijo de un rey de Nepal, decidió abandonar todo después de conocer el sufrimiento humano. Pasó seis años meditando, pero todo lo que consiguió fue debilitar su cuerpo. En el momento en que este artículo comienza, se está recuperando después de haber estado a punto de ahogarse. Sus discípulos no le perdonan que haya bebido leche, pues consideran que no ha sido capaz de resistir la tentación, y le abandonan.