Un aire de melancolía ronda el espacio cuencano, en los viejos cafés de los intelectuales, la nostalgia flota en el ambiente y no se evoca sino el recuerdo de Rubén Astudillo y Astudillo, fallecido el pasado jueves en esta ciudad y a quien se considera uno de los grandes representantes de la literatura local y nacional.
“Fue uno de los grandes poetas que ha tenido Cuenca, para nosotros es un enorme vacío”, dijo el escritor Jorge Dávila Vásquez.
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Rubén Astudillo nació en junio de 1938, en su vida se desempeñó como representante y diplomático del Ecuador enVietnam del Norte, Chipre, Israel, China y Venezuela, desde la la época del Grupo Syrma en la década del 60, tuvo contactos fuera del país y fue una de las imágenes de Cuenca en el exterior. Su quehacer literario se destaca en su primera etapa con una poesía agresiva y valiente, “de tonos blasfemos, pero de una infinita búsqueda del ser humano y de Dios”, expresó Dávila.
“Astudillo fue completamente diferente a los poetas de su generación, más interesados en lo social”, agregó el escritor cuencano.
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Varias de las obras de Astudillo son referidas en antologías ecuatorianas. De su aporte a las letras destacan Del crepúsculo, Desterrados, Canción para lobos y El pozo y los paraísos. Celebración de los instantes fue publicada en el idioma chino.