Una legislatura que se inició optimista a la sombra de las siete armonías y bajo el signo de una alianza entre los dos partidos más grandes ese momento, el Social Cristianismo y la Democracia Popular, desembocó en una fragmentación interna extrema y se ha clausurado casi en el anonimato para dar paso a una nueva legislatura con prácticamente una mayoría de legisladores reelectos.

Cuatro momentos dramáticos vivió el Congreso que laboró entre 1998 y 2002: la ratificación de la firma de la paz con el Perú, la legislación que abrió el camino para el salvataje bancario, el levantamiento indígena-militar y la ratificación de Gustavo Noboa colocado en la presidencia por el alto mando militar, y el vacío en el que cayó a propósito de la elección de su presidente a mitad del período. Los cuatro lo fueron de cierta manera debilitando, en la medida en que los diputados debieron actuar sobre hechos consumados en el Ejecutivo o en otro espacio de poder, o porque les condujeron a niveles de violencia y desorden inéditos.

Una legislatura que ha profundizado la crisis de las organizaciones políticas, tal como lo expresa Rafael Quintero, catedrático de Ciencias Políticas de la Universidad Central.

Publicidad

La legislatura ha experimentado la pérdida de su poder político. Antiguamente hasta nombraba los generales de la República, ahora no dicta ni el presupuesto, afirma Quintero, para quien los cambios en el sistema de representación introducidos en la última Constitución han provocado incluso una mayor disonancia de los legisladores frente a la sociedad. Se distancia de ella. El sistema sobredimensionó a los partidos grandes de las provincias y desaparecieron los diputados nacionales con el resultado de que han disminuido las agendas nacionales. La pérdida de poder ha llegado hasta el hecho de que los candidatos presidenciales hayan propuesto en sus campañas disminuir el numerario del Congreso, sostiene.

Pero esa crisis es reflejo de otra mayor. El Congreso como centro de poder es la caja de resonancia de la crisis del sistema político. El poder político no tiene un proyecto nacional, por tanto, qué pueden impulsar los congresistas. No hay un proyecto en materia económica, de producción, concluye Rafael Quintero.

Mientras tanto, si Mahuad gozó inicialmente de una pasajera mayoría, Gustavo Noboa enfrentó un Congreso que comenzaba a desgranarse. Es posible suponer que varias veces intentó fraguar un bloque de apoyo, pero sin resultados visibles. Dos hechos nos hacen creer que lo intentó: el reconocimiento prematuro de Xavier Neira como presidente del Congreso para congraciarse tal vez con el Partido Social Cristiano y el nombramiento de un ministro de Economía, Carlos Julio Emanuel, que le aproximaba a la bancada del PRE y también indirectamente a la socialcristiana.

Publicidad

Finalmente Noboa, huérfano de una base de apoyo, o se resignó o buscó el camino del convencimiento a los legisladores, como sostiene el ministro de Gobierno, Rodolfo Barniol, en diálogo con Diario EL UNIVERSO.

Barniol se siente satisfecho de lo obtenido por el régimen. No me puedo quejar. El Congreso aprobó las dos leyes trole y la ley muy importante de transparencia fiscal. Aprobó el incremento del IVA, aunque aquello se perdió después en el Tribunal Constitucional, dice el Secretario de Estado, para quien no se forman mayorías en la Legislatura porque no hay una agenda mínima común, y porque todo partido desea llegar al poder y una bancada no apoya a otra por temor a estar alimentando un futuro contendor importante.

Publicidad

Cuando existe un marco claro y definido es posible una política más sólida, un marco como el creado por el actual Gobierno, por ejemplo, con un techo de endeudamiento, reservas económicas para emergencias y fondos de estabilización, añade Barniol.