Un año después del derrocamiento del régimen Talibán, por la coalición antiterrorista, los afganos son víctimas aún de los enfrentamientos diarios entre jefes tribales.
Ayer, los miembros de la alianza, liderada por Estados Unidos, se reunieron en Bonn, para analizar cómo mantener la gobernabilidad en Afganistán.
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El presidente afgano, Hamid Karzai, inauguró el evento presentando un plan para formar un ejército de 70.000 efectivos para extender la seguridad más allá de la capital, Kabul. El decreto prohíbe la existencia de otra fuerza militar que no sea el ejército nacional.
El coordinador de la política afgana en Washington, David Johnson, calificó al plan de Karzai como una señal de progreso en los esfuerzos de llevar seguridad a todo Afganistán, donde los caudillos regionales tienen gran poder.
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La conferencia de un día, en la que participaron funcionarios afganos y enviados de gobiernos de 31 países, se realizó en el mismo hotel donde hace un años las facciones afganas lograron un acuerdo para formar un nuego gobierno.
Karzai, cuyo poder se limita a la capital, reveló el plan sobre el ejército mientras se producían combates entre caudillos rivales que ayudaron a expulsar a los talibán, acusados de proteger a la red Al Qaeda y su líder Usama Ben Laden, a quien EE.UU. señala como responsable de los atentados del 11 de septiembre del 2001.
Otro de los problemas que enfrenta Afganistán son las drogas, pues lidera el cultivo de opio, con alrededor del 70 por ciento de la producción mundial.