La inflación está en el 2%, pero ese no es un mérito de la dolarización, ya que en el año 2000 ya estaba en el 2%. He allí el primer motivo del éxito de la dolarización salvadoreña: que su política económica era adecuada desde antes de adoptar el dólar. El Salvador ha privatizado la mayor parte de las empresas estatales, comenzando en 1992. El tipo de cambio de su moneda, el colón, está fijado al dólar desde 1994; y el proceso de desaparecer al colón e introducir el dólar es gradual, y va a tomar tres años.

El Salvador tiene el problema –como Ecuador– que sus vecinos y competidores económicos devalúan. Pero en El Salvador la competencia entre cuatro empresas de telecomunicaciones ha incidido en que bajen las tarifas, y hay una gran flexibilidad laboral, lo cual estaría vinculado con la productividad de su mano de obra; lo que compensa, indica The Economist, que los sueldos sean más altos que en otros países de América Central.

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A fines del 2000, estuve entre las personas a las cuales un banco multinacional llevó del Ecuador para explicar a los salvadoreños nuestra experiencia en la dolarización. Ahora deben ser ellos los que manden sus expertos, para indicarnos cómo están teniendo éxitos mientras nosotros encontramos dificultades.

Según The Economist, “comparado con El Salvador, no solo es que la economía ecuatoriana está menos vinculada a la de los EE.UU., sino que su inflación es mayor, su mercado laboral es más rígido, y su economía aún no ha sido reformada. Su Gobierno además, es muy gastador, y no precisamente debido a terremotos”, en referencia a los dos terremotos que ha sufrido El Salvador en los dos últimos años.

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La dolarización no es una panacea, sino una regla rígida, que reporta indudables beneficios para una economía bien organizada, pero que conlleva costos muy altos para un país desordenado como el nuestro.

Los comentarios de The Economist sobre El Salvador y nuestro país, apuntan a lo que se necesita para un mejor desempeño económico, y un mejor nivel de vida, en una economía dolarizada:

a) Equilibrio fiscal. Mientras haya peligro de desestabilización será alto el costo del dinero. Si los ciudadanos y las empresas tuviésemos la seguridad que no va a haber una desestabilización fiscal, como la que hubo en el país en 1999, entonces las empresas invertirían en proyectos, los ciudadanos nos endeudaríamos para comprar vivienda, y los bancos prestarían a los clientes solventes. Hoy, ante el peligro de que haya una desestabilización fiscal, y que haya un retiro de depósitos, los bancos guardan $ 1.000 millones afuera, y la no utilización debidamente rentable de ese dinero, los lleva a señalar tasas de interés elevadas. En El Salvador, el Gobierno recortó los presupuestos ministeriales en 17% en promedio en el presente año; el Gobierno ecuatoriano aumentó el suyo en 33%;

b) Flexibilidad laboral: las empresas deben tener la libertad de poder contratar los empleados que necesiten, sin el temor que, en los períodos de contracción, les cueste mucho reducir su rol de pagos;

c) Olvidarse de las elevaciones de sueldos a dedo: el propuesto decimocuarto sueldo subirá costos y producirá desempleo;

d) Ágil sistema administrativo. La aduana, el pago de impuestos, el reintegro tributario a exportadores, y otros trámites, no deben tomar tanto tiempo y esfuerzo;

e) Modernización de los servicios: sin buenos puertos, telecomunicaciones y servicio eléctrico confiable, no hay actividades productivas;

f) Seguridad jurídica: la justicia debe ser oportuna y recta. No, que un tramitador prepare sentencias paralelas, una a favor y una en contra, y entregue al Juez la que debe firmar, dependiendo de quién pagó la coima más alta, en el caso expuesto por ‘Televistazo’ esta semana, fue $ 10.000.

Mientras más se avance en estas reformas, mayor será el crecimiento del Ecuador, más elevado su nivel de vida. No avanzar en esta dirección condena al país a un nuevo descalabro y al abandono de la dolarización.