La cantante de rancheras Chavela Vargas, quien es de origen costarricense pero nacionalizada mexicana, fue noticia durante la semana pasada. Primero porque calificó de algo “macabro”, de “mal gusto” y una “falta de respeto” la exhumación de los restos de la artista mexicana María Félix, por considerar que nadie tenía interés en envenenarla.
Luego, anunció en una rueda de prensa que ofreció en México sobre el homenaje que recibirá el próximo 10 de septiembre en el Palacio de Bellas Artes de ese país.
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Además, participó el pasado miércoles en la primera edición de los premios Luna, un reconocimiento al talento artístico instaurado por el Auditorio Nacional, donde interpretó Somos y La Llorona.
La Mujer del Poncho Rojo, como la bautizara Joaquín Sabina, nació el 17 de abril de 1919 en Costa Rica. Vivió en un pueblo del cantón de San Joaquín de Flores, en la provincia de Heredia, al norte de la capital. Ella recurre a sus recuerdos y extraña aquella vaca de su casa, de la cual tomaba leche porque como dice: era mi amiga del alma.
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A sus abuelos no los conoció, y a sus padres, más de lo que hubiese querido. Tuvo cuatro hermanos. En una ocasión la artista señaló que sus padres no la querían.
Desde que experimentó la cura que realizan los chamanes recurre a ellos. Su primera experiencia fue cuando sufrió de poliomielitis. Luego cuando la curaron de su escasa vista y otra fue cuando tuvo herpes y así otras más. A los doctores los evita. La explicación la da ella: el primero te cura con esperanza, con amor. El otro te retaca de medicinas.
Sus padres se divorciaron cuando aún era niña. Recuerda que su padre malgastaba el dinero y que su madre, en cambio, jamás supo atender la casa. No fue cariñosa.
Vargas aprendió a defenderse a la fuerza, pues tuvo que conocer el mundo sola sin la ayuda de sus padres, quienes se interesaban solo en su porvenir. Vivió por un tiempo con sus tíos Ascensión, Tomás y Juan. Aprendió a cortar café. También recorría los naranjales y recogía su fruto para mandarlo al mercado, arreaba el ganado, y se ocupaba de las cosas de la casa.
Ella se enorgullece de su homosexualidad y lo que duele no es serlo, sino que lo echen en cara como si fuese algo malo. En la música se inició en la década del cincuenta de la mano de otro mito de la ranchera, José Alfredo Jiménez. Su popularidad aumentó en los sesenta y setenta.
En esta época, personajes como el escritor Juan Rulfo, el compositor Agustín Lara o los pintores Frida Kahlo y Diego Rivera la consideraron musa.
Otro de los defectos que admitió tener es que fue alcohólica, porque se acostumbró a las parrandas y a las grandes cantidades de tequila, lo cual provocó que se alejara de la música en los ochenta.
Entre sus éxitos están La Llorona, Somos, Luz de luna, Canción de las simples cosas, Macorina, Piensa en mí, Se me hizo fácil, Hacia la vida, Volver volver, Angelitos negros, Amanecí en tus brazos, Vámonos, Que te vaya bonito, Un mundo raro, El último trago y La noche de mi mal.
Regresó al mundo artístico y libre de alcoholismo de la mano del cineasta español Pedro Almodóvar, quien utiliza su voz en varias de las películas que ha dirigido. Chavela conoció muy de cerca a la pintora Frida Kahlo, y además, participó en el reciente filme donde Salma Hayek encarna a la inmortal Frida.