“Si bien los dos aserraderos ya no arrojan el aserrín directamente al río como lo hacían antes, persiste el mal olor de estas aguas, pues es un foco de contaminación ya que los habitantes que viven en la parte alta, de escasos recursos, utilizan el río para hacer sus necesidades y botan desperdicios”, denunció Carlos Gaibor, ex presidente del barrio Amazonas y quien vive junto a este estero del río Citayacu.