Las autoridades reconocen que la población requiere obras sanitarias urgentes, pero el presupuesto municipal de un millón de dólares anuales no permite cumplir ese anhelo.

Visitar el cantón Balao es encontrarse con un pueblo lleno de historias, leyendas y necesidades.

Lo primero que llama la atención son las antiguas casas de madera, que en su mayoría tienen más de 100 años y aún las habitan los herederos de los primeros moradores.

Una de ellas es la vivienda de Pedro Cevallos (ya fallecido), ubicada en las calles Comercio y Quito, en cuya estructura todavía tiene los impactos de bala que recibió de la aviación peruana, el 15 de septiembre de 1941.

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Ese día no se borrará de la memoria de Andrés Edilberto Zambrano, de 79 años. “Los aviones peruanos volaban un poco más arriba del techo de las casas y disparaban contra todos”.

El ataque obligó a los moradores de Balao a abandonar las viviendas, “por la desesperación, las personas dejaban en las calles las radios, ropa, fotos y documentos”.

Zambrano manifestó que los balaoenses vivieron por más de un mes en las zonas montañosas y de noche retornaban a las casas para saber cómo estaban, porque algunas fueron bombardeadas.

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“No había qué comer, todo estaba cerrado”, expresó Miguel Domínguez Miravá, de 70 años, quien no oculta su enojo contra los militares peruanos.

Fueron días tristes y de sufrimiento, recordó mientras los ojos se le llenaban de lágrimas.

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Su impotencia, reconoció, fue porque apenas tenía 8 años cuando se dio el ataque aéreo y no podía defender al país. “Nunca voy a olvidar lo que nos hicieron”.

Manifestó que al sector también llegaron familiares de El Oro, “se quedaron en una hacienda, porque no tenían dónde ir. Ellos nos contaron los horrores que vivieron y las muertes de los soldados ecuatorianos y sus parientes que enfrentaban a los invasores”.

Leyendas
Pero Balao no solo es historia, sino también leyendas, en especial aquellas relacionadas con lo sobrenatural.

Hay quienes aseguran que en el pueblo ronda el diablo y que por este se hicieron ricas muchas personas.

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José Luis Domínguez recordó que en una ocasión se fue la luz en el cantón y todo quedó en tinieblas. “De pronto escuchamos las pisadas de unos caballos que recorrían la calle principal (Comercio) hasta terminar el pueblo. En las noches nadie monta a caballo”.

En cambio Andy Bohórquez dijo que existe una leyenda de un empresario bananero que todas las madrugadas recolectaba hojas de cacao y las ataba en grupo de 100 para luego meterlas en un saco.

“Salía hacia la montaña y luego de dos horas regresaba con el saco, en cuyo interior no había hojas, sino dinero, mucho dinero”.

También se cuenta la leyenda de que un conocido ladrón de ganado, a quien el diablo lo citaba siempre a las 00h00 en un sector selvático, debía ir desnudo para convertirlo en res y así lo seguirían los demás animales.

Muchos aseguran que cuando recién se creó el pueblo, en 1835, todas las noches se escuchaba un chiflido, “era el diablo que buscaba a las personas para llevárselas”, señaló Elizabeth Parrales.

En una ocasión, relató Miriam Lindao, unos ladrones embarcaron las reses de un importante ganadero del sector en un camión y cuando estaban listos para irse, el vehículo no funcionó.

“El diablo protege los intereses de los suyos”, señaló la mujer.

Turismo
Balao tiene pocos atractivos turísticos, pero los que hay destacan por su belleza natural, como la playa de Las Palomas, ubicada a la entrada de la población.

También está El Playón, adonde las personas llegan en canoa para pescar y recolectar conchas. Y la hacienda El Recreo, en el recinto La Joya.

El problema de Balao es que carece de infraestructura hotelera.

Además, para llegar a algunos sitios atractivos no hay carreteras, sino que se ingresa por las camaroneras.

Necesidades
“Somos un pueblo pobre, con muchas necesidades”, reconoció Mario Molina Jaramillo, alcalde de Balao.

La población de la cabecera cantonal carece de alcantarillado y en los recintos no hay agua por tubería.

Estos problemas, según la autoridad cantonal, se solucionarán este año, cuando se inicien los trabajos de instalación de las redes.

“Una parte de las tuberías para alcantarillado está colocada, pero faltan los colectores y los pozos”, dijo Molina.

“Queremos que nuestros hijos tengan mejores escuelas”, se quejó Julia Peñafiel, mientras lavaba la ropa sucia en el río.

BALAO

Extensión: 468,8 km2.

Ubicación: Al sur de la provincia del Guayas.

Límites: Norte, desde la desembocadura del río Jagua hasta la confluencia con los ríos El Inil y Blanco; Sur, del puente que comunica con la hacienda Patricia con la cabecera parroquial de Ponce Enríquez; Este, las parroquias de Molleturo, Chauca y El Carmen de Pujilí (Azuay), y la parroquia Tenguel, de Guayaquil, y Oeste, la afluencia del río Gala.

Clima:  Tropical.

Población: 18 mil habitantes.

Producción: Banano, cacao, maíz, naranjas, limón, yuca, mandarinas, camarón, ganado y pesca artesanal.

Historia: Nace de un árbol de consistencia resinosa, que se encontraba a orillas del río, que los primeros moradores llamaron Balao.

Altitud: 100 metros sobre el nivel del mar.

Centros educativos: Escuelas, Rosa Amada Espinosas, Camilo del Mazzo, Miraflores, Mercedes Rosales de Alicea e Inmaculada Concepción; colegios, Técnico Balao, Julio Britto Núñez y Eugenio Espejo (a distancia).

Dónde hospedarse: Residencial Guayaquil.

Cómo llegar: Las cooperativas 16 de Junio, Cifa, Ecuatoriano Pullman y Rutas Orenses. De Puná o Puerto Bolívar se puede llegar en lancha o fibra.