La psicóloga Blanca Zea indica que los apodos y el sentirse privados del cabello generan depresión e inseguridad. Sin embargo, el psicólogo Lenin Salmon estima que la mayoría de personas se acostumbra. “En un porcentaje mínimo afecta la autoestima, en la mayoría eleva el estado de ánimo y los vuelve más afirmativos”, sostiene. Los dermatólogos recomiendan asumir el problema como algo secundario, seguir la rutina diaria, pero acudir tempranamente a un médico.