Nervios primero, tristeza después y rabia y vergüenza al final fueron los sentimientos sucesivos de los aficionados portugueses que siguieron el debut de su selección nacional en el Mundial 2002, en el que cayeron derrotados 3-2 ante Estados Unidos.
 
Las calles de Portugal se vaciaron a la hora prevista para el inicio del encuentro y la actividad en oficinas y comercios se redujo considerablemente para congregarse ante los aparatos de televisión y radio para seguir las incidencias del encuentro.
 
En el lisboeta Parque de las Naciones, donde se reunieron muchos seguidores para presenciar el partido inaugural de su selección ante una enorme pantalla de televisión, las cervezas festivas del comienzo cedieron paso a los cigarrillos nerviosos a medida que avanzaba el encuentro y se confirmaba la derrota portuguesa.
 
Ataviados con bufandas con los colores portugueses, muchos jóvenes estudiantes se habían concentrado en aquel lugar y a ellos se unieron trabajadores de obras cercanas, pero el final de los 90 minutos de juego, la tristeza incrédula por la derrota dejó en silencio el recinto.
 
En la localidad de Vilamoura, en el Algarve (sur de Portugal), grupos de amigos del centrocampista Luis Figo se congregaron en el bar Número 7, del que es copropietario el futbolista, para seguir su actuación en Corea, y al acabar el tiempo de juego la desilusión y la sorpresa dejaron sin palabras y con expresiones de perplejidad a los presentes.
 
Los accesos a las grandes ciudades portuguesas registraban esta mañana los característicos tapones de tráfico, pero quince minutos antes de la hora prevista para el partido los coches desaparecieron como por ensalmo y en las aceras circulaban menos peatones de lo normal.
 
En los servicios públicos los portavoces no cesaron de asegurar que todo funcionaba con normalidad, pero la afluencia para hacer gestiones fue considerablemente menor mientras duró el partido, como también sucedió en bancos y otros establecimientos.

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