Hidrovo Velásquez nació en Santa Ana, Manabí, el 20 de mayo de 1902.
Fue de aquellos convencidos por el triunfo de la justicia y, pese a las vicisitudes que enfrentó, demostró un espíritu visionario y optimista que lo
convirtió en ejemplo para los suyos y el pueblo en general.
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Siembra fecunda
La tarea política de Hidrovo asumió los postulados del socialismo; como diputado en representación de los trabajadores del Litoral participó en la redacción de la Constitución de 1945.
La visionaria labor magisterial que lo identificó es pródiga a su paso por el colegio Olmedo de Portoviejo, en funciones de profesor y rector, hasta cuando una absurda orden lo alejó de sus alumnos y le impuso un ingrato confinamiento alegando que “incrementaba la biblioteca del plantel con libros peligrosos”.
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También enseñó en el colegio de señoritas Portoviejo y nunca dejó de impulsar entre sus pupilos el apego a las diferentes disciplinas artísticas.
Aporte literario
La obra del escritor santanense abarcó poesía, novela y ensayo. Allí los poemarios Viento y espuma, Jinetes en la noche (1948), Dimensión del dolor (1951) y Recado de agua clara (1960).
Asimismo las novelas La mujer que nació así (1927) y Un hombre y un río (1960), el libro de relatos Pedro Gómez (1930) y el ensayo pedagógico-filosófico La Geografía que no se enseña.
También enriquecen su bibliografía los artículos y otras notas que publicó en los diarios La Provincia, de Manabí, y El Guante, de Guayaquil, y en las revistas Iniciación y Argos, que marcaron una época en su provincia natal.
Hidrovo creó un hermoso Himno al Maestro y dedicó otro a la escuela Tiburcio Macías.
Además, presidió la Casa de la Cultura Ecuatoriana, Núcleo de Manabí, en 1957.
Abrió en el país la promoción cultural, pues organizó diversos festivales incluidos los de carácter montubio, para rescatar las tradiciones manabitas.
Estableció bibliotecas populares urbanas y la rural ambulante, organizó concursos de libro leído y en 1957 el Primer Festival Nacional de la Poesía.
Cuando la muerte lo sorprendió en tierra portovejense, el 19 de abril de 1962, al cabo de una vida sacrificada pero ejemplar, Horacio Hidrovo Velásquez era ya el prototipo del gran luchador dueño del aprecio y respeto de todos los sectores sociales y políticos del país.
La torre de mi pueblo
La torre de mi pueblo era bonita.Se alzaba, blanca, entre doscientas casas,como queriendo regalar al mundouna definición del infinito.
La torre de mi pueblo conocíatodo el origen de los calendarios,porque entendía el idioma de los astrosy había encontrado la verdad de mayo.
La torre de mi pueblo parecíauna señora que reunía a los niñospara contarles cuentos en las tardes.
La torre de mi pueblo,en las mañanas, alegremente a todos nos llamabacon la voz celestial de sus campanas.
La torre blanca entre doscientas casasque se alegró con todos en las fiestasy con todos lloró cuando hubo muertostrae el recuerdo de mi madre,de todos mis hermanosde la casa perdida para siempre.
La torre de mi pueblo era discreta:mucho sabía de erranzas de altanochepero nunca lo dijo a las comadres.
He de cumplir mi original deseo:una noche de lunallamaré a los cantores(irán hombres, mujeres, todos, todos)y habrá una serenata, la más bella,para la torre blanca de mi pueblo.